viernes, 17 de julio de 2009

Hoy ha nacido un conquistador

Ya me tengo que ir callando. Sí existe el hombre de mi vida. Es moreno, grande, con los ojos muy vivos y tiene una voz profunda. Es parco en palabras, eso sí. Pero es normal: ha nacido esta mañana y sólo llora para mamar. ¡Qué listo es el tío!

Rodeada siempre de hermanas y primas, este es el primer bebé varón que se cruza en mi camino. ¡Por fin voy a poder explicar a alguien algo más que el proceso de recogerse el pelo, cómo se pone un Tampax o la pérdida de la virginidad desde el lado femenino! Mi entrada de ayer fue el empujón que Tere necesitaba para arrojar al mundo a Marco.


El nombre de Marco viene de la mitología clásica, deriva de Marte, el dios de los combates, de la primavera y de la juventud. Eso, a su legión de titas postizas, nos va a venir de escándalo. Cuando seamos unas cincuentonas resultonas, ligaremos con sus amigos de 25. Ya lo veo, lo veo…
Hay muchos Marco célebres. Marco Tulio Cicerón, por ejemplo, que dijo aquello de que “los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos”. O Marco Aurelio, que soltó por su boquita eso de que “de las cosas que tienes, escoge las mejores y después medita cuán afanosamente las hubieras buscado si no las tuvieras”. O Marco Fabio Quintiliano, que no se cortó un pelo al afirmar que “algunos hablan demasiado, pero sin decirlo todo”.
Esta mañana Marco ha recibido mi llamada con un estrepitoso llanto, pero ya me querrá, ya. Lo he presentido cuando lo he visto tan guapo en la cuna del hospital. El niño promete. Porque su madre raja por los codos y su padre, ché, es argentino. Seguro que suelta alguna perla en cuanto aprenda a hablar. La primera será para mandar a la madre a tomar por culo, porque no lo deja ni respirar. Y le pondremos la cabeza como un bombo contándoles nuestras batallitas, educándolo para que sea bueno con las mujeres, prohibiéndole que se haga tatuajes mientras su mamá y yo nos tapamos el que llevamos en la muñeca, diciéndole que no beba, que es malo… Pregonaremos con el ejemplo, sí señor.
Ay, menos mal que este amor que acaba de nacer en mí no es obsesivo ni basado en los instintos. Mi reloj biológico sigue parado. A Tere le han tenido que hacer una episectomía.

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