Me acabo de enterar cuál es la diferencia entre una cereza y una picota. Sé que puede parecer raro que halle respuestas tan trascendentales para mi existencia a estas horas, pero como buena hipocondríaca no me echo nada a la boca sin consultarlo con el Google. Y menos antes de dormir, que imagínate que me quedo pajarita -pero pajarita de la de verdad, tiesa- en mi cama y no se entera ni dios que he muerto sola y desamparada hasta que mis vecinos empiecen a oler raro. Eso si me diferencian del particular aroma que dejan los camiones de Lipassam después de pasar cinco veces cada noche por mi calle...
De todos modos todo lo que me pasa tiene una explicación. O, incluso, dos. Hoy me he ido al Carrefour Macarena. ¿Para ahorrar? No lo sé muy bien porque llevo meses intentando hacerme un presupuesto que incumplo por sistema. A lo que voy: en el citado súper he vivido una lucha encarnizada por hacer la compra en mi tiempo récord. No más de veinte minutos para víveres para quince días. Pero se ve que todo el Polígono Norte se había puesto de acuerdo para hacer competiciones de carritos. Y para colocarse delante de las bandejitas de cerezas y picotas. Pues bueno, después de dar dos quiebros a una señora y sus dos churumbeles -que entre los tres se comerían las reservas de melones de toda la cadena- he pillado las cerezas porque tenían mejor color que las otras. Error.
Según me dice mi médico de cabecera cibernético, "la picota es un fruto exclusivo". "Mientras que cualquier otra variedad de cereza se recoge pasados treinta días de la floración, la picota no cae hasta más de un mes después, con lo que recibe más horas de sol y aire fresco y una mayor cantidad de nutrientes". Tócate los pies. Yo siempre, desde chiquitita, he preferido las cerezas, mira tú, porque tenían rabito y, al final, va a resultar que las buenas buenas son las que se hacen esperar... y caen por su propio peso. Con la poca paciencia que tengo y me encuentro con una metáfora de la vida a un rato de irme a dormir. Después me quejo porque no duermo. Pero esto es una señal. Y yo soy muy de señales.
Todos los empujones que le he dado a mi vida han sido guiada por soplapolleces. It's now or Never, Mi vida sin mí o Vicky, Cristina, Barcelona ayudaron en su momento mucho a dar grandes saltos al vacío. Ahora no he podido volver a ver la de la Coixet y por eso me entretengo con el blog.
Pues nada, después de esta ida de pelota, me he comido sin darme cuenta las cerezas y me toca ahora aguantar a ver si no le da a mi glotis por cerrarse. Hoy llevo todo el día corriendo para que me retrasen las citas laborales o para que no me cierre el ex Contienente. Pero ha sido un buen día. Quizás por eso no estoy especialmente graciosa porque no estoy cabreada o por eso mismo estoy cagada, porque todavía el día se me puede complicar. De momento, me voy a leer Memoria de mis putas tristes. Espero que eso sí que no sea una señal.
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