miércoles, 15 de julio de 2009

Melancolía pasajera o como yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar

¿Cuántos amigos tengo? ¿Sería capaz de contarlos sin dejarme a nadie fuera? Lo dudo mucho, y eso que sé que, objetivamente, tengo pocos amigos porque no soy amigable si no hay no sé qué. No me voy poner metafísica ahora divagando sobre el concepto de amistad, sus preceptos, sus prebendas o el decálogo del buen amigo. ¡Hoy vuelvo a estar de buenas! Me estoy reconciliando con el mundo, es verano y tengo la regla. Ah, no, que eso es de un anuncio... En definitiva, que hoy me ha dado por pensar cómo puedo tener amigos tan dispares entre sí y lo que más me llama la atención: tan diferentes de mí misma.

Podría empezar por la más fácil. Diferencias físicas, de modo de vestir, gustos en general. Podría seguir y hacer una diferenciación temporal, desde mis amistades más antiguas a las más recientes. O pararme en una clasificación que implique el tipo de relación mantenida: lineal, intermitente, de sube y baja (y no me refiero a relaciones de índole sexual)... Siempre me dejaría a alguien.

Quizás el caso más flagrante es el de mi amistad con Tere. Físicamente, siempre ha sido pija -muy cuidada-, negra como el tizón y ahora tenemos además la distancia abismal de un bombo de nueve meses (ha sido bautizada recintemente por otra amiga, Carmen, como King África. Quiero que conste en acta que no suscribo la moción aunque me haga gracia). Está a punto de parir y hoy he pasado la tarde con ella y estar con Tere es regresar al pasado de anécdota en anécdota. No es mi amiga más antigua (está Chari, que no recuerdo mi vida sin ella, que pasan los meses y no nos vemos y cuando lo hacemos es como si no pasara el tiempo, como si hablásemos a diario y no hiciera falta explicar las miserias o alegrías, las contradicciones que nos atormentan cuando por fin cuadramos y quedamos). Tere tampoco es la más nueva (aquí debería hacer mención a mucha gente que se ha cruzado últimamente en mi vida, la gente del periódico que se han salido de la norma y se han convertido en más que compañeros). Tere no es sólo mi amiga del colegio, mi compañera de pupitre -yo la buena y ella la charlatana-, mi primera calada a un cigarro, mi primer cubata, mi primera papa, mi primer porro... Y mi primera mamá. Cerca nuestra ha estado Carmen y sus bocadillos en el cajón de la mesa de clase con verdina, y mi alma romántica, mi Pilingui. Si alguna vez me oís llamar a alguien puta o zorra al teléfono es a ella, pero la adoro (siempre, siempre ha estado ahí conmigo, en las buenas y en las malas). A las cuatro nos han pasado tantas cosas juntas que sería imposible resumir. La mejor -aunque la Carmela no estaba, para ella es el momento "No me cabe el pepino"- fue cuando nos bañamos desnudas en la playa y a mi grito de "Que viene la guardia civil", salimos pitando del agua con confusión de bragas incluida. Los macarrones de Tere, la cámara de fotos de Pili, el Baila Morena, La Torre, los niños de mirada perdida, El Mundo y sus servicios... Muy emotivo, pero me hace sentir vieja.
De los nuevos, mi señora. Tan parecida a mí que hasta tenemos el mismo número de pie. Soy la primera amiga suya que tiene un 39. Ahí es ná. La cosa prometía desde el principio con ese guiño del destino. Con Ángela no me puedo engañar porque la tía me pilla a la primera. Nuestros momentos son más íntimos, con muchos secretos de alcoba, cómo no.

De la cama también han salido amigos, mis ex, que, una vez que pasa el fuego y los rescoldos están más que enterrados, se convierten en los más firmes defensores de mi dignidad como mujer y de mi pureza virginal. Y de ahí me llega a la mente otra duda mítica que ya está superada a pesar de mi enorme juventud: la posibilidad de ser amigos cuando hay atracción. Un clásico que está muy visto y en el que no valen las generalizaciones.
Otro mito son las amistades que se fraguan en la universidad. Yo pasaba de la carrera como de correr la maratón, por lo que sólo me dio tiempo de salvar de la quema en la pira a los que se cuentan con los dedos de una mano destacando a tres: María, Susana y Juanjo. ¿Cuántos trabajos a cuatro o a seis manos?, el micrófono del Quintero, el aburrimiento en clase...

Creo que ya he dado con la tecla (además de haber aprendido a meter fotos, estoy que me salgo, por cierto). Lo que no saben todos éstos que me han aguantado y me aguantan a veces con más pena que gloria, que soportan que sea una pesada muy, muy pesada, exigente; una pasota otras que ni se inmuta; que les quiera mucho-demasiado; que les llame 20 veces al día o que no sepan de mí en una semana o, incluso, meses; es que había cámaras cerca de buenos momentos para encumbrarlos al estrellato. Espero que nadie deje de hablarme por haberme olvidado. Son todos lo que están pero no están todos los que son. Eso dicen, ¿no? Y si no hubo foto...

Nota: (Me he salido de la filosofía de mi blog, perdón, pero es que hoy me he puesto tonta con Tere. Y eso que no hemos fumado nada. Será Marco que llega ya y que nos hace reflexionar. Stop).

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