domingo, 19 de julio de 2009

Juventud, divino tesoro

Adoro a mi madre. ¡Qué verdad es ésa que para ellas nunca dejamos de ser niños! Hoy se ha puesto a enseñarme fotos de su viaje a Canarias y, entre las 300 fotos que ha hecho (no es exageración, lo aseguro), estaba una del Teide. La buena mujer me dice que esa misma estampa salía en el reverso de los billetes de mil pesetas. "Pero, claro, tú de eso no te acordarás...". Madre de mi alma... Que cuando el euro llegó yo estaba a punto de cumplir la mayoría de edad. Pocas botellonas he comprado yo con billetes de mil pelas...

Parece que mi mamá se ha olvidado de que ya tengo un cuarto de siglo. De lo que sí se acuerda es que cuando nací le tuvieron que coser los bajos y que con mis hermanas, sin embargo, ya tenía habituado el canal de parto y casi ni se enteró. Curiosa especie las madres aunque la mía escape del tópico, que también se dejan llevar por eso de que "quien bien te quiere te hará llorar". Porque yo, la que la arrancó casi de la adolescencia y le dejó el chumi para que le dieran por el orto (no hay que ser soez), soy su vástaga más querida. Me lo ha demostrado cuando me ha prestado su tesoro más preciado: su pedazo de cámara de fotos para que me la lleve a Barcelona. La cojo con miedo, no sé yo cómo me saldrán las fotos. Si le pasa algo al aparato me veo aprendiendo catalán y en la Ramblas viviendo.

Las madres creo que son una especie en peligro de extinción. La mía desde luego no es de las madres pesadas todo el día desviviéndose por sus crías. Reflexiono. Cosas que hacen las madres (y que la mía, no): hacerte peinados historiados, vestirte de princesita, esperarte despierta, ir a recogerte de la discoteca, llamarte para ver dónde estás, hacerte una comida especial cuando hay albóndigas, pelarte las gambas, sujetarte la cabeza cuando vomitas tras una borrachera, interesarse por tu vida sentimental (sí por la sexual), pedirte nietos o autoinvitarse a tu casa a tomar café para cotillerar si tienes polvo tras los marcos de foto. Mi madre no ha seguido ninguna etapa de éstas cuando se supone le correspondía: a nosotras nos cortaba el pelo a lo garçon, se reía cuando nos emborrachábamos y a mi casa sólo ha venido una vez en diez meses que llevo aquí.

Hoy, sin embargo, me ha descolocado. Después de pensar que soy lo suficientemente joven como para no recordar más allá del euro, se ha creído que soy lo suficientemente tonta como para contar los secretos de mis hermanas. ¿Que con quién ha pasado una de ellas el fin de semana? A mí, que me registren. De mi boca no ha salido. Que una cosa es que lo cuente por aquí y otra que lo vaya soltando a una madre, que es sagrada...

A mis hermanas la que les da la tabarra soy yo. Que con quién vas, con quién vienes, que si has llegado bien... Las frío a preguntas indiscretas, para eso soy la madre superiora del convento. Las estoy aleccionando para que sean mujeres de provecho. A este paso, superan a la maestra porque la juventud viene empujando y empujando mucho.

1 comentario:

  1. aaaiiins,q aun recuerdo yo cuando tu eras pipiola,q no hace tanto,asi q ahora no vayas d mayor q t castigo,eh ;-) pero las madres no pueden estar n peligro d extincion,si no vaya mal rollo.ya t tocara a ti...bsits

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