sábado, 25 de julio de 2009

Me llevó el tiburón

Qué verdad es ésa que afirma que si crías fama, ya te puedes ir echando a dormir. En Tarragona han pescado a un tiburón que pasaba por la costa y se ha muerto del estrés. ¿Ha hecho algo el pobre escualo? Pues no. El que se puso ayer las botas fue un pez lirio, que con su delicado nombre se dedicó a morder a jovencitas en la misma playa. Todo un clásico playero pero con escamas.

Parece que las cosas en la costa catalana están calentitas y eso que no he llegado todavía, que yo tengo fama de gafe. Bien es verdad que esta celebridad de mi mala suerte tiene cierto fundamento, porque cuando me pongo a encadenar infortunios me quedo sola. Por eso estoy ya cagada. Y no es sólo un miedo infundado. Vuelo con Ryanair, que es como la línea 20 de Tussam pero sin pasar por el Polígono, y no tengo ansiolíticos. A ver cómo paso el rato.

Como preveía desde hace unos días, no tenemos marcado un plan de viaje. Ni dónde ni cuándo iremos. Lo que no sé es si así es más emocionante. De lo que sí tengo ganas es de andar y no pensar (y no tropezarme y partirme un ligamento o el dedo gordo del pie). Ver y mirar, sin que se me meta un cristal en un ojo, bañarme en una cala en el camino desde Reus sin que se me corte la digestión, ese-mito, y no volver con la H1N1, aunque juraría que ya le he pasado. La Rambla será nuestro eje, ese camino que no sé si tiene principio, final o derecha e izquierda… Ya quedan unas horas. Comienza la cuenta atrás. Si no vuelvo, dejo dicho que os quiero. No me echéis mucho de menos.

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