domingo, 6 de septiembre de 2009

www.perdonaqueseasoez.com

Como ya me he venido arriba, me he cambiado de jaula. A partir de ahora estoy en www.perdonaqueseasoez.com

La ameba de Karenina

A mí no me pasa como decía Goethe. Para él “pensar es difícil y actuar todavía lo es más”. En un arranque de poca fe hacia el hombre terminaba diciendo que “actuar como se piensa es la cosa más difícil del mundo”. Yo, sin embargo, estoy lanzada. Preparada para la acción, llevo tiempo anunciándolo. Se acabó el comprar y vender simulacros. La señal me la dio la noche del jueves mi querida amiga Caro. Montamos una improvisación al estilo Stanislavsky con unos cubatillas en la mano y nos salió la respuesta a nuestras preguntas. Estábamos charlando de quebraderos de cabeza varios cuando Caro me soltó que a mí me va sufrir. El diálogo concluyente y final fue:

- Yo: “Ana Karenina”.

- Ella: “Ameba”.

- Ambas a la par: “Encantada”.

Esta charla de besugas es un buen resumen de la esencia del resto de la parrafada. En el término medio está la virtud. La vida no puede ser tan compleja como la escribió Tolstoi. La Karenina de los huevos era una desgraciada por cobarde. Sólo pensaba en interpretar sus sueños y vivía en un estado de negación continua para evitar lo real. Las amebas, por su parte, eran un remedio que usaban los antigus romanos para evitar la fiebre… Tenemos camino ambas para llegar a la virtud porque al final las dos posturas tampoco están tan enfrentadas.

De todas maneras yo soy una firme defensora de tener la cabeza llena de pajaritos y todo es compatible. Un amigo de un amigo (odio esta expresión, pero en este caso es real) dice que lo que hay que intentar es que no sean siempre los mismos. Abrir la jaula de vez en cuando, que haya movimiento, que fluyan. A eso se llama evolución, madurez o tabla salvavidas. A todos alguna vez se nos cuela un pajarraco en la mollera y no hay manera humana de hacerlo salir hasta que se cansa de pasar el tiempo balanceándose en la pena. Otras veces abrimos la jaula esperando que algún pajarillo pique de nuestro alpiste. Otras muchas no se espera la visita de ninguno y te encuentras por sorpresa dándole pipas en la palma de la mano… Lo importante es que sean pájaros cantarines y que nos dejen actuar, que no nos pongan grilletes y nos condenen a darles de comer de por vida. Si se convierten en más cucos de la cuenta, siempre nos quedará el recurso de llamar al lindo gatito…

viernes, 4 de septiembre de 2009

Oda a una lente de contacto ( y más)

No me creáis si algún día vuelvo a decir que me da morbo que me metan la lengua en el ojo. No lo he probado nunca ni lo voy a probar. Decidido. Si ha sido el sutil roce de un dedo, que compromete mucho menos que un lametón, no quiero ni pensar si hay emoción de por medio. También he de confesar que no estaba lo suficiente lubricada y que el óptico no me ponía en absoluto. A pesar de todo, ha merecido la pena tan indigna afrenta. Lo que no has catado, no lo puedes anhelar, pero ahora que ya tengo 100% de visión no sé cómo he podido estar tanto tiempo con las nubes que enturbiaban mi vista. Emocionada estoy.

Ha sido realmente impresionante. Salir a la calle y ver colores que no apreciaba, mirar los carteles de la carretera y saber adónde me dirigía... El palo ha venido cuando me las he tenido que quitar, porque hasta para lo bueno hay un período de adaptación y el mío se mide en una hora más de placer cada día. Con las lentillas puestas es como si antes hubiera vivido en una borrachera constante.

Ahora que me doy cuenta, al dar esta exclusiva anulo todas las posibilidades de excusarme tras un escaqueo de saludo en la calle, porque ya es obvio que tengo vista de águila y puedo ver a kilómetros de distancia. Antes me pasaba y era creíble, porque hasta con mi padre un día no me percaté de su presencia hasta que casi se choca conmigo esperando que lo viera… Ya sólo puedo acogerme a mi despiste…o a las borracheras, claro.

Bueno, a lo mejor ahora con mi buena vista también cambian algo mis gustos. Mucha caña recibí ayer por recomendar una película (también se la recomendé a mi madre y desde entonces no me habla, creo que ya sé por qué). No me resisto a copiar y pegar uno de los correos que recibí por el que ya he bautizado “caso Mapa de los sonidos de Tokyo”:

“No tengo palabras para expresar mi agradecimiento a las personas que hicieron posible que dos confiadas compañeras siguiesen su consejo y a su vez me empujasen, incauto de mí, a meterme en una sala de cine para ver esa obra maestra, ese ritmo endiablado, esa hora y media de homenaje a la alegría de vivir, ese magnífico autodoblaje del tal Sergi, ese papel tan conseguido de fría asesina a sueldo que no vacila para hacer su trabajo con cuantos dedos sean necesarios, ese magnífico guión que no deja nada al azar, esos chispeantes diálogos, ese trepidante final, ese magistral plano vegetal final post créditos...”. L.L. dixit.

En mi descargo sólo puedo decir que quizás con las lentillas no me hubiera gustado tanto, pero que es una película donde alegría de vivir que te entra es sólo transitoria, pero eficaz y no se mide precisamente en la fluidez de los diálogos. Huelga decir que la escena en la que se habla del sexto dedo es sin duda la que más levantó mi espíritu y me llevó a recomendar encarecidamente tan hermoso film. Tampoco hace falta comentar que me siento identificada con la nada fría asesina a sueldo y su costumbre de visitar cementerios (quizás con mis lentes de contacto pase ahora de esta afición, aunque lo dudo); es más, yo haría el juego de los dedos sobre una tumba sin el menor problema.

En cualquier caso, ¿de qué me sirve ver tan bien si lo más importante es lo que escapa de la vista? Si no que se lo digan a este buen ciudadano de Florida. Otra crítica que me llovió ayer. Encabezamiento del mail: “Toma pescado crudo, Isabel” (C.W., dixit); contenido, teletipo con el siguiente titular: “Un hombre se atraganta con una rana que estaba en una lata de Pepsi”. Lo dicho, no sé si es mejor ver tan bien o seguir viviendo en la ceguera…

martes, 1 de septiembre de 2009

Transparente

La gente se empeña en decirme que soy transparente. Aunque hay días que lo que me gustaría ser es invisible, colarme en probadores, perseguir fantasmas por la calle, meterme en conversaciones ajenas sin quedar de cotilla…

Si de buenas a primeras me volviera incorpórea, se daría en mí el gran conflicto vital que a todos se nos cruza alguna vez en el camino: usarlo para hacer el bien e impartir justicia, mi concepto de justicia, claro, o por puro hedonismo. Una de las cosas que me gustaría hacer sería dar chorlitos a los imbéciles con los que me cruzo por la calle: los que atascan las aceras parloteando, los que van dando gritos, los maleducados que te avasallan. Sería una especia de justiciera, cosa que no me permite mi escasa o casi nula fuerza bruta. Me imagino las caras de los transeúntes ante un golpe seco en la nuca…y yo muerta de la risa. La verdad es que esta idea conjuga la idea de justicia divina con el puro placer.

Lo que sí haría por gusto sería ir detrás de niños guapos, o de parejitas felices, y ejercería de voyeur (voyeuse, en mi caso). También imagino cómo sería practicar sexo siendo traslúcida…

El punto negativo de ser etérea es que correría riesgos innecesario: oír lo que no debo, meterme donde no me llaman… En cualquier caso prefiero ser invisible a ser transparente. Se debe sobrellevar mejor. Pero no, no puede ser, eso es fantasía, todavía no inventaron la máquina para borrar temporalmente la piel. Así que lo que me toca a mí es ser transparente, no saber mentir y dar alguna que otra torta sin manos.

domingo, 30 de agosto de 2009

Abuelas

Esas mujeres entregadas, a menudo con olor a neftalina, contadoras de historias… Las que nos consienten, nos cuidan cuando enfermamos, nos entretienen cuando nos aburrimos o nos riñen sacudiéndonos el polvo del culo con un cate. Son las que nunca se enfadan, las que no tienen nada propio, las que pelean lo que tienen que pelear porque sus niños estén a gusto. Las que dicen que como se quiere a un hijo sólo se puede querer a un nieto. Las abuelas, enciclopedias de refranes, recetario andante de sabores que no se vuelven a probar, autoras de frases célebres y madrinas de neologismos tecnológicos. El amor incondicional. La espera, la paciencia, la bondad. Virtudes que aprendieron en la mayoría de los casos a base de palos en una época oscura. La luz de los miedos infantiles. El parapeto. Las que ponen mercromina en las heridas. Las que nos enseñan dignidad cuando se marchan.

Come más, no llegues tarde, no fumes, no bebas, dame un beso, ven a verme más… Las peticiones de las abuelas que son material para las quejas de los nietos y para una serie de tópicos con los que alimentar chistes, viñetas, cuentos, historias… Las frases que cuando se van ellas dejan de tener sentido.

Hoy la mía hubiera cumplido años y, aunque ya no está para decirme que coma más, que estoy muy canija; que no salga de noche, porque a ciertas hora en la calle no hay nada bueno; que me compre ropa, que vaya a la peluquería, que me pinte la cara… la sigo echando de menos por ésas y otras cosas chiquititas. De lo que más acuerdo es su olor, la textura de las arrugas y la temperatura de su mano cuando acariciaba la mía y se llevaba un rato hablando de lo largos que tengo los dedos o la sensación que dejaba en mi cara cuando me daba esos besos por los que tanto me quejaba. Me gustaba cuando se acordaba de su juventud, cuando se emocionaba escuchando a Machín y cuando se empeñaba en convertirnos en buenas personas.

sábado, 29 de agosto de 2009

Se me juntan las letras

Ya hoy me la han metido. He ido a revisarme la vista porque cuando digo que veo menos que una polla en un baúl (perdón, otro de los refranes de mi abuela, que son sabiduría popular aunque soeces), no es un recurso estilístico. Se ha confirmado lo que yo me llevaba un tiempo barruntando. Me ha aumentado la miopía. Como soy ahorrativa pero he decidido que voy a ponerme lentillas, sólo le voy a cambiar los cristales a las gafas. Con esta indicación se pone el óptico a echar cuentas: “Antirrayaduras, ¿no?; antirreflejantes como las otras, ¿verdad?, y reducidos, porque con la nueva graduación…”. En este punto salto. “¡¡¿¿Cómo??!!, ¿que tengo la vista pa’ gafas de culo de botella?”. Pues resulta que casi y que por ese pequeño matiz me la tiene que meter doblada. No hay remedio. Ahora imagino si cuando tenga mis ojos prestados veré otras cosas que no veo ahora, si me sorprenderé de redescubrimientos, si tendré menos dolores de cabeza.


Bien es cierto que el sentido de la vista no es mi favorito. Prefiero que lo que tenga que llegar a mí lo haga por otros cauces. En realidad quizás eso se deba a que nunca he sido un lince. Yo soy más bien una perrilla rastreadora. Voy por la calle olisqueando. En cuanto al oído, sólo me sirve para saber si la tele está apagada con el mando (en ocasiones escucho ondas electromagnéticas que nadie oye... sé que es inquietante) y bueno, el sentido del tacto y del gusto supongo que los tengo desarrollados lo reglamentario. Sin embargo el olfato, ay, mi nariz, ¡qué bien huele!


Es casi enfermizo. Soy capaz de rememorar grandes momentos sólo por el olfato. Me es mucho más evocador que cualquier otra referencia sensorial. Y ahora, falta de esta clase de estímulos por este puñetero agosto que ya agoniza pero que sigue amenazando con destrozarme de un golpe de calor a la par que deja mi vida social bajo cero, encima, se hace patente lo ya anunciado, que veo menos que un carajo vendado (un día tengo que dedicarle una entrada a los refranes familiares).


Dice la Wikipedia que la nariz humana distingue entre más de 10.000 aromas diferentes y que el olfato es el sentido más fuerte al nacer. De la vista comenta que es la responsable de que el cerebro perciba el mundo. El mío, con alguna dioptría más que me he agenciado a un módico precio, cambiará a partir de la semana que viene. Miedito me da la claridad meridiana de mis nuevas gafas y lo rápidas que podrían cambiar las cosas unas lentillas.


(La foto, como la de mi pobre dedo roto, es de Javier Cuesta).

Malos hábitos coronarios

Hay días que pasan como si no pasara nada y otros que dejan escenas para el recuerdo, imágenes que quizás con los años seguiremos viendo como si fuese el mismo instante en que quedaron grabadas en nuestra memoria. Ayer, durante el paseo en bici, fuimos testigos de una escena que lleva ocupando mi mente desde entonces. Un hombre, de poco más de 40 años, gritaba a pleno pulmón que lo único que le había dejado una buena mujer tras abandonarlo era la enfermedad, "la puta esquizofrenia". No hay que decir que la protagonista de su historia estaría presente en su mente y que los transeúntes veíamos era a un hombre destrozado chillando al aire.

Más me vale exorcizar ese recuerdo e ironizar sobre él porque lo único que va a hacer es alimentar una de mis neurosis de repetición, el miedo a volverme loca. Hay un proverbio latino que dice que es una locura amar a menos que ames con locura y a estas alturas de la película o soy una descreída o prefiero otra clase de quereres que impliquen menos riesgo para la salud después de ver al pobre hombre de ayer.

El debate de esta semana se ha centrado en la asunción de riesgos, que podríamos haber subtitulado como “manual de uso y disfrute sin peligro coronario”. La conclusión salía en cada sesión pero volvíamos sobre el tema: las enfermedades súbitas llegan de cualquier manera, así, inesperada y bruscamente, y mandan el manual de instrucciones al mismísimo hoyo.

Esta semana, por ejemplo, la Sociedad de Astronomía nos recomienda el cúmulo de Ptolomeo, que se encuentra en la constelación de Escorpio. Quien no tenga agudeza visual suficiente, se podría quedar sin verlo. Dice que tiene 220 millones de años y que se acerca a la Tierra a una velocidad de 14 kilómetros por segundo. A priori podría dar hasta miedo.

Con un ojo normal, el ser humano sería capaz de ver este montón de 80 estrellas, de la que destaca una amarilla gigante, pero como la mayoría tenemos una miopía galopante, nos conformamos con ver bien el suelo y no pegarnos el batacazo padre. La pregunta es ¿perderse un espectáculo así por temor a no ver con claridad las estrellitas? ¿Y si por enfocar al firmamento perdemos de vista lo que está bajo nuestros pies? Ay, las eternas preguntas y las metáforas de lo cotidiano…

Con mi hermana de seis años, Marina, me he quedado de piedra. Me ha dicho literalmente que su amiguito Francisco estaba enamorado de ella, pero que ella estaba enamorada de Guille, aunque no era su novia porque éste quería casarse con ella y con Irene y que eso es tener mucho morro... Uff, ¡qué vaya entrenando!, he pensado con la sonrisa de hermana mayor consciente de que el tiempo pasa y que ya mismo irá con un garrulo del brazo.

Mientras llega la caída inevitable –concluyo- toca reír, gritar y chapotear, que es mi verbo favorito. Si hay alguien enfermo (no digo nombres pero sé que estoy rodeada), seguro que encuentra cura (y no en una iglesia).

viernes, 28 de agosto de 2009

Lección uno

Me las prometía felices. Podría fantasear y contar que he ligado, pero sería tergiversar la historia. Yo iba lampando por refrescarme los humos y he terminado ardiendo. No tengo remedio. Lo bueno es que he constatado que no he perdido la forma física. Hoy he conseguido que le quiten la pelota y echen de la piscina de la comunidad de mi madre a un grupo de adolescentes cachondos. No ha sido difícil. Soy un hacha. Me veo bien. Y todo esto sin ser desagradable, si acaso un pelín mezquina…

Debería empezar por decir que odio las piscinas comunitarias. Más la de mi madre. Tengo que ejercer de hija pródiga y saludar a las vecinas y repetir cien veces la misma historia. Veo a los que no son tan niños y los recuerdo cuando iban en carrito y me hacen sentir vieja. El agua suele estar caliente (vete tú a saber por qué en un lugar donde el número de hijos por mujer supera con creces la media y se acerca peligrosamente a la del opus…) y para colmo hay como una regla no escrita sobre las sombrillas: los grupos de marujas se organizan en pandillas y tienen zonas tomadas. A ver quién es el valiente que se atreve a entrar en campo enemigo…




Hoy estábamos solas en la piscina. No podía hacer más calor. En el agua, los adolescentes cachondos jugando a la pelota y dando voces invitaban a quedarse mejor en el césped. Hasta que he ideado la estrategia. Son como animalitos, hacen monerías cuando tienen espectadores y caen en la trampa de la presión.

Sutilmente nos hemos ido lo hondo mi hermana Cristina y yo para tomar posiciones y observar más de cerca a esos seres primitivos. Este movimiento de ficha por nuestra parte ha hecho que el socorrista venga a decirnos que si nos molestaban los niños, se lo dijéramos. El pobre ha cavado su propia tumba. Los demás lo han visto claro: pueden más dos tetas que dos carretas.

Hemos empezado con decir, como las que no quieren la cosa, que la piscina tenía mucha hierbecita en suspensión, cuando el buen muchacho, de no más de 20 años, se ha puesto a pescarla con el consiguiente cachondeo de sus congéneres. Ahí ya nos hemos crecido del todo: hemos conseguido la división en las filas del contrario. Con una caída de párpados le hemos hecho ver al socorrista –a la sazón el más interesado en nosotras- que los demás lo estaban tomando por el pito del sereno y hemos logrado que les requisen la pelota. Eso ha hecho estallar la guerra definitivamente y ha terminado echando al grupo desde su posición de autoridad.

El resultado ha sido que nos hemos podido bañar las cuatro solas. Con toda la piscina para nosotras mientras los otros nos miraban desesperanzados y aprendían la primera lección sobre las mujeres: a la chita, callando.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Súper tarde

Hoy mato a alguien. Herodes, ¿por qué no hiciste bien tu trabajo? Me ha falta el Carrefour para cantar bingo. Mi agenda ya está repleta. Os voy dando la bienvenida, amigos, que sólo me queréis por mis encantos ocultos (mi coche, mi buen gusto para las compras, mi pragmatismo a la hora de elegir regalos...). Media hora he parado en casa hasta ahora. Dicen que hay crisis, pero podría montarme una crónica social de usos y costumbres de la sevillanía desde El Corte Inglés -donde no puede haber más gente de pueblo- al Alcampo, que parece que se ha quedado congelado en el año 1988. Dios, ¡qué día!

Lo que no contaban mis queridas amigas es que yo tengo un don. El de la oportunidad. O, como se diría en román paladino, soy una metepatas. Si hago recuento de todas las que meto, tendría que hacer un agujero profundo, esconderme en él y no salir por el resto de la eternidad. Menos mal que la gente normal tiene muy mala memoria.

Soy especialista en cargarla con los superiores: maestros y jefes suelen pasar cerca de mí justo cuando voy a soltar una burrada. Hay quien dice por ahí que si siempre estoy diciendo disparates, es muy probable que me escuche quien no quiero que lo haga… Pero he de confesar que con los dependientes de las tiendas también se me va. Es por mi paciencia, que es estos casos se entretendrá viendo chismes, porque me abandona.

Hoy me han dicho que mi compañía de internet me tima para venderme un módem, que puedo cargar con una cuna y enviarla por Seur a Vigo y no sé qué otras cosas más. Con la primera he estado corta de reflejos, aunque le he dicho educadamente que yo no pensaba comprar nada, que intentara convencer a la otra. Con las de Alcampo me he quedado muerta y le he llegado a decir que cómo no nos había traído un Bollycao después de media hora esperando. Con el del bar de Hipercor he debatido sobre la crisis y los robos a mano armada que suponen el cobrar dos euros por una Coca. Y en Toys'r us he querido coger a más de uno y metérselo a la madre por donde lo sacó. A los niños también me hubiera gustado silenciar con el mando a distancia...

En resumidas cuentas, hemos vuelto con las manos vacías y a todo esto, yo invitaba hoy a éstas a cenar a mi casa y si se me cuela en este instante una rata en el frigorífico, se me muere de hambre. A ver cuándo tengo valor y supero el trauma de la tarde de compras, aunque si voy como la María Jiménez en el vídeo...

martes, 25 de agosto de 2009

Parte de guerra

Estoy herida. Me he pillado un dedo con un cerrojo y casi pierdo un cacho de carne. No sé si con este accidente, en el que casi se me salen las tripas por el índice, me va a permitir seguir con mi plan para ser campeona de triatlón. Y para colmo, con la cara de sufrimiento, me he tenido que hacer una foto para el carné de la piscina.

Odio las fotos de carné. Si no salgo mirando a la virgen, que me podrían haber fichado para Camino, salgo muy despeinada o muy pálida. El fotógrafo siempre me coge de sorpresa, me saca las ojeras que no tengo y hasta con acné (mi señora siempre dice que soy más guapa de cerca y estoy empezando a pensar que hace uso de la ironía: últimamente está más distante).

Para colmo de males, insisto, estoy convaleciente. Me duele el dedo. Me he hecho sangre y soy muy aprensiva. De verdad que no sé si podré con la Sevici. Y como el dedo no cicatrice, a ver cómo me meto en la piscina. Ya tuve un sucedido una vez con el bono de baño libre de San Pablo: traía para 20 baños y sólo gasté uno. No era porque yo no quisiera ser una sirena como aquella española... Zhivanevskaya, que creo que era lepera, sino porque siempre me pasaba algo. Un mal resfriado, una contractura, ir al cine, salir con mis amigos, quedarme tumbada en el sofá...

Me da que la foto de hoy -y el consiguiente carné- no va a salir mucho de la cartera. No estoy preocupada por eso. Me asusta más que el dedo se me infecte o algo y más cuando el índice de la mano izquierda sirve para manejar medio teclado, como me estoy percatando ahora, o rascarme la cabeza cuando pienso. Es que es muy duro ser hipocondríaca. Yo soy como la del chiste: "Doctor, mi novio me traicionó hace una semana y aún no me han salido los cuernos. ¿Será falta de calcio?". Me parto con las ganas que tengo de deporte.

lunes, 24 de agosto de 2009

Mens sana in corpore ¿reventado?

Vengo de hacer deporte. Sí, sé que resulta inaudito unir en una misma frase la palabra deporte y yo. Y no, no vengo de hacer levantamiento de vidrio. Cincuenta minutos pedaleando que llevo sobre mis muslos con el plus de haberlo hecho sobre una bici de Sevici. No hacía tanta gimnasia desde mis días de colegio, cuando esa puñetera asignatura me daba las tardes de los martes y jueves después de la comida del comedor. Con ese horario es lógico y normal que yo desarrollara cierta animadversión a moverme si no es por una buena causa, como por ejemplo la exaltación de la vitalidad de un órgano, como diría el DRAE.

A pesar de los pesares, fuera del horario escolar, era una aguerrida karateka que llegó a cinturón verde. Después de practicar las artes marciales todo fue a peor. A atletismo que me apunté. Me lo avisaron: correr es de cobardes y yo, el primer día de entrenamientos, llegué al pabellón, vi que no había nadie y me fui por donde había venido en un gesto de valentía. Ese mismo año, quiero olvidar, en el colegio nos obligaron a apuntarnos a una de las carreras municipales. Como mi colegio había estado en el Centro no inscribimos en la del Casco Antiguo, que nos conocíamos mejor los atajos. En fin, el resultado fue cuanto menos espectacular: la moto que cerraba la carrera nos iba pitando a una compañera y a mí porque nos entró el pavo y no podíamos con nuestro culo.

Y hablando de divinas posaderas, mi mayor preocupación era hoy encontrar el modelito apropiado para mi aventura de la vida sana. Atuendo deportivo no tengo desde el chándal del cole que, por cierto, no podía ser más feo. Así que me he puesto unas mallas y una camiseta que me tapara el culo para no ir por ahí enseñando cacho. La camiseta monísima, con una pajarita (no enjaulá) que intuyo que es una aguililla. Aunque el conjunto era para matarme, con las gafas de ver para no comerme a un corredor de fondo de los que van por la orilla del río y unos botines rosas fucsia.

No es por venirme arriba, pero he sobrevivido y me siento bien; bien cansada vamos. Por las piernas me corre un ejército de hormigas y pienso que qué recompensa da tanto ajetreo para el cuerpo. Siempre he pensado que hay formas más sanas de hacer ejercicio y que permiten tener el coquito saludable en un cuerpo vigoroso. Pero a falta de pan...

Et oui, l'amour est un oiseau rebelle

Ma soeur est tombée amoureuse. Love is in the air. Todo el mundo clama "Bitte Geh Nicht Fort!". Parece como si la primavera hubiera estallado en medio de la desolación del sol abrasador que nos calienta la sesera y lo que no es la sesera. Los perros, las moscas y los humanos se reproducen como conejos o, al menos, juegan al ensayo-error; el juego más divertido después de la infancia y los clip de Playmobil. Ay, amores de verano... No quiero ser agorera, pero ya os queda poco (jeje).

Pero como soy buena persona y sé que me va a tocar en septiembre reparar algún desperfecto coronario, estoy preparándome ya con una reflexión al respecto. Ya sé que para el desamor no caben analgésicos ni sedantes que mitiguen el dolor, aunque se puede intentar con remedios más prosaicos, como el alcohol y una buena juerga que haga olvidar a la presa perdida. Cuando alguien (veo que será más de uno) venga a mí en busca de cobijo tras su fenecimiento en manos del Cupido en bañador, mi única función será desmitificar al individuo en cuestión. La intención es evitar que ese corazón ahora roto se adhiera a la filosofía del escéptico o el cínico en su próxima batalla contra Eros. La bacanal del amor nunca debe salir perdiendo, no deben caer bebedores de sus fiestas nocturas. Llamadme sentimental.

Otro propósito, evitar la recaída. Nada de llamaditas, mensajes, correos o Facebook. Borrón y cuenta nueva, nunca mejor dicho. Aunque como canta Serrano (inspirado en un poema de Benítez Reyes): "Si te deja cultiva bien tu odio. Nunca seas generoso en olvido, si ella se va. Si te deja no digas adiós o "Qué vamos a hacerle", no pidas perdón. No repases vuestras fotos y, mirándole a los ojos, regálale eterno tu odio". Esto me lleva a otra premisa: nada de cantautores o poesía, es echar más leña al fuego y sufrir como si el sufrimiento ajeno fuera una premonición del nuestro.

Pero bueno, si a pesar de todo, la angustia sigue viva después de mi terapia, no hay problema. Drogas legales, ironía, escuchar a Tonino Carotone cagarse en el amor y a esperar que el segundero haga de las suyas. Tiempo. El verano que viene está a la vuelta de la esquina. Para los que tenga ya las miras puestas en la temporada estival de 2010, mi consejo de hoy: una reconfortante ducha fría a tiempo es una victoria.

domingo, 23 de agosto de 2009

Famiglia

Definitivamente, una vale más por lo que calla que por lo que dice. La autocensura es lo que tiene. Muchas imágenes me vienen a la mente pero tengo que poner freno a lo que me gustaría escribir. La familia es la familia.

Hoy he tenido cumpleaños infantil. Mi prima cumple ocho años. Parece que fue ayer cuando le regalé el Predictor a mi tía después de insistirle para que tuviera un bebé, cuando Amanda nació y yo daba la matraca con ser su madrina. Podría detenerme, como digo, en muchos momentos que se dan inevitablemente en este tipo de eventos familiares. Podría empezar por lo inevitable: el horroroso calor de las seis de la tarde un 22 de agosto y por lo que remata a lo ineludible de la fiesta, no había aire acondicionado en el salón. La bofetada cálida de la entrada fue para morir.

Para continuar podría hacer referencia a lo que hacemos todos después de llegar de los últimos a este tipo de cita. La sutil limpieza de mejillas tras ser besado por los otros 20 invitados. Este punto debe hacerse lo más discretamente posible, que uno pilla la fama de áspero y luego no hay quien la suelte.

También podría recordar la técnica de la serpiente escurridiza o cómo huir de ese familiar pesado que todo el mundo tiene. El que te pone la cabeza como un tambor. Cuando eliges el sitio tienes que tener mucho ojo porque si no lo tienes, te dan la fiesta. Eso enlaza con otra evocación de estos eventos: la búsqueda del mejor rincón -y más apartado- para pasar el trance... en el caso de ayer era el dormitorio de la homenajeada, donde estuve un rato abriéndole todas las cajas de los regalos, o la salita, que estaba copada por uno de esos familiares pesados (tita, sí, me refiero a él).

Lo mejor que podría hacer es contar las (malas) ideas que han pasado por mi cabeza en el momento pero, reitero, voy a ponerme freno. Una cosa es que esto me sirva de desahogo y cuente -con gracia e ironía- mis miserias públicas y otra que lo utilice de escaparate para esa clase de desventuras que todos queremos que pasen desapercibidas (sí, tita, hay cosas que camuflo).

Llamadme asocial. No me integro, cierto. Soy una siesa, también. Quien sea capaz de estar entregada a la causa, que tire la primera piedra, porque estar sociable un 22 de agosto a las seis de la tarde merece un premio, aunque sea en forma de copazo.

Nota: Esta entrada, que creo que es la que más me ha costado escribir, está dedicada a la madre de la cumpleañera, a la sazón mi tía, que hasta ahora era lectora del blog. Un besito.

viernes, 21 de agosto de 2009

Negro porvenir

He tenido una pesadilla esta noche. He soñado que me casaba. Ha sido muy confuso y no quedaba claro contra quien, pero he pasado mucho miedo. La cosa empezaba con la recogida del traje de novia. Iban juntos mi padre y madre para acompañarme, lo que da cuenta de los surrealista del sueño porque creo que dejaron de estar juntos precisamente el día de su boda. Ya llegábamos a casa (una casa muy rara, que no reconozco pero con la que he soñado otras veces) y yo no quería que vieran el vestido hasta que lo llevara puesto. La sorpresa: era negro. Está clara la interpretación. El matrimonio es la tumba del amor. Me he despertado en el punto en que me caía de los tacones de aguja. No sé si he muerto en la pesadilla.

Esta jugarreta del subconsciente habrá venido a cuento de una conversación que tuve el otro día sobre cómo evitar pasar por el altar. Yo tengo la excusa perfecta: si no vienen los Geos a mi boda se puede formar un Puerto Urraco. En cualquier caso, estas cosas de los matrimonios no suelen acabar bien. Los amores nunca son después como cuando los protagonistas se dan el tórrido beso que sella su unión. Me hacen mucha gracia, por cierto, esas parejas que se ven surgidas de la nada. Son los que llamo "amoris in extremis". Los "ahora o nunca". Los defino: dícese de una pareja de treintañeros largos, poco agraciados, que se lían entre sí por ser amigos o conocidos y que, en otras circunstancias, con la moral más alta, ni se habrían dado un inocente pico pero confían en que el susodicho no le contagie ninguna ETS. Éstos, cuando se dan cuenta de que es o eso o nada (la gente tiene mucho miedo a la nada), deciden lanzarse a la búsqueda de su final feliz. Noviazgo feliz, boda feliz, hijos felices... Nadie quiere la pena sin gloria. Y la gloria la reparten en el banquete al módico precio de 50 euros el cubierto. En fin...

Por eso mejor soñarse de luto el día de la propia boda para no caer en tentaciones. Me alegro de que mis amigos y familiares sean reacios al matrimonio. Mejor para ellos y mejor para mí, que me ahorro una pasta y la obligación de disfracerme de mujercita elegante. Lo único que me acojona en este momento es mi amigo el diccionario de sueños. Definitivamente necesito terapia.

jueves, 20 de agosto de 2009

Noche de vino y chope

Ayer iba a escribir mi primer post borracha y el puto internet me dejó plantada. Con lo afilada que tenía la lengua y se perdieron las ocurrencias que me da el vinito y una larga noche de charla con dos de mis mujeres favoritas. Nosotras, las que entonces compartíamos patio de colegio y tardes de café, a pesar del paso del tiempo pasado, seguimos siendo las mismas. Creo que no hay nada mejor que una amistad que se conserva a pesar de los años... gracias, eso sí, a una serie de factores que han colaborado, junto al poder de conservación del alcohol.

A saber:

1. El respeto. Si tenemos que criticar a las parejas o amigos/as, de otras pandillas, eso sí, se hace. No se puede censurar ninguna clase de crítica. Si pensamos que hay algún gilipollas a quien despellejar, se despellaja y punto.

2. Sin temas tabú. La condición anterior da a entender que no se suprimirá ningún tema de nuestros cónclaves o aquelarres. Para cada tema hay una experta que sirve de guía a las demás (huelga decir de qué soy yo la maestra...).

3. Hombres (y como somos un grupito muy heterogéneo, también mujeres). No hemos compartido ni compartiremos jamás. Los gustos, variaditos, para no caer siquiera en malos pensamientos con el chorbo de la otra. Los ligues son temas recurrentes y los consejos de amor aportados, cuanto más descarnados, mejor. No hay mejor defensa que un buen ataque es nuestra premisa.

4. Exaltación de la amistad. El recuerdo de la infancia es inevitable. Profesores y compañeros son el tema preferido. Cuando nos requisaron una Barbie a la tierna edad de 18 años suele salir a relucir, sobre todo para echarme en cara que me libré de la regañina por mi buenísima fama y mi caída de pestañas.

5. Recuerdo a las ausentes. La que falta a la cita sabe que vamos a hablar de ella. Criticaremos a su pareja, a sus amigos que no son nuestros, pensamos buenas ideas que darle y recordamos su peor época, la adolescencia. Por eso nunca hay que faltar. Porque siempre damos derechos a réplica y si nos metemos las unas con las otras (que lo hacemos), siempre hay posibilidad de defensa.

A pesar de que criticaron mis habilidades culinarias (no valoraron lo suficiente el esfuerzo de abrir los paquetes de loncheados ni el tino que hay que tener para calentar en su punto la tortilla de microondas) tenemos pendiente otra para la semana que viene. Les he prometido mi especialidad: bocadillos de jamón york. Se ve que no nos hemos conquistado por el estómago pero tenemos la receta para seguir así muchísimas cenas, despedidas, decepciones, ilusiones y secretos más. Si pasamos la edad del pavo, podemos con todo.

martes, 18 de agosto de 2009

Prohibido el intercambio

No nos podemos besar. Ya llevan un tiempo dándonos la matraca para que no intercambiemos fluidos si no queremos pillar la H1N1. Además, lo que no ha conseguido la teoría evolutiva lo quiere conseguir el Ministerio de Sanidad: que los fieles no den besos a los muñecos de madera en las iglesias. Para que las babas no se queden prendadas del santo o virgen en cuestión. Pero esa costumbre es lo de menos. ¿Cuánta gente va a los besa manos o besa pies?

A todos nos gusta besar otras cosas. Mucho más contagiosas, sobre todo porque la piel es porosa y las moléculas de los cuerpos se comunican de esa manera, que es la mejor de las formas posibles de comunicación: contaminando. ¿Quién renunciará a un buen intercambio por una gripe de nada?

Besar es muy fácil y muy gustoso (aunque no voy a dar nombres para ser discreta recuerdo a una pequeña preadolescente hace ya unos años, preocupada porque no había besado nunca y no quería que la saliva mojara a su muchacho recién estrenado los bajos de los pantalones). Hay quien no repara mucho en plantar un buen besuqueo a quien tiene enfrente. Yo los prefiero. No me gustan quienes dan el beso al aire cuando te los presentan. Dicen que el beso ruidoso, de abuela, es de mala educación... qué cosas cuando toleramos otros tantos ruidos en las calles (tranquilos, hoy no hablo de obras). Con lo que me gusta a mí un buen beso.

Lo peor, impepinablemente, es quedarse con las ganas. A los tímidos como yo nos suele pasar. Otros, no obstante, no tienen reparos. De ahí toda la historia ésta que me he montado. Es que me he cruzado con mi ídola. Muy pocos sabréis quién es ella. Con ella lo de los polvos enconados (agradezco esta bella expresión a La Ro, venida a mí por boca de Ángela) no va. En una noche, se lió con tres amigos míos, a la sazón, antiguos ligues también de mi ex propiedad. Lo que yo coleccioné en años, ella lo hizo en una horas. Por eso la admiro. Por eso y por el lote de reír que me di después cuando los tres sujetos me contaron la hazaña, además por separado. Si hace unos años hubiera existido la nueva gripe ésta, a la susodicha no le hubiera importado pillarla y olé sus ovarios. Mi ídola no se quedó con ninguno de los tres tampoco. Tampoco pilló el resfriado aunque como iba hoy, no descartaría yo verla otra vez, entonces sí, con el Frenadol, el Vincigrip y el Inistón a tres bandas...

lunes, 17 de agosto de 2009

La soledad de quien trabaja en agosto

A las 8.30 suena el despertador. Normalmente remoloneo en la cama, pero he perdido forma y como me quede dando vueltecitas y espabilándome, sé que corro el riesgo de quedarme dormida. Siempre intento apurar el tiempo -sobre todo cuando estoy a gusto- y me levanto con la hora justa (bien es verdad que cuando estoy muy a gusto llego tarde), aunque hoy mi sentido de la responsabilidad me puede. No sé porqué tengo que mirarme al espejo. Consejo: lávate la cara sin levantar los ojos del grifo en la vuelta al cole porque de lo contrario empiezas mal. Muy mal.

Salida a la calle. El mismo camino que haces durante un año y que en vacaciones ansías que desaparezca. Se te olvida eso de que todos los caminos llevan a Roma. Estoy cansada de hacer el mismo recorrido para ir al trabajo. A veces innovo, cuando voy con tiempo. Con el dichoso Plan E (un día le voy a dedicar un post para él solito, se lo está ganando a pulso), eso no me ha pasado hoy. Si las carreras de obstáculos en obras públicas fueran deporte olímpico, creo que tendría medalla. Que si saltar la arena para no pringarme los pies en la calle Feria, donde están colocando la acera desde hace tanto que ni me acuerdo; que si evitar que me atropelle un camión en Viriato; pasar por un estrecho pasillo en la Encarnación... y encontrar la entrada a Puente y Pellón. Toda una odisea. Al trabajo, con alegría.

Miro las caras de los pringados como yo con los que me cruzo y son las mismas que hace tres semanas. Los mismos rostros de siempre. A lo mejor no son los mismos, pero todos tenemos la misma expresión. ¿Por qué no nos toca la lotería, un cuponcito, un novio/a rico/a? Estas cosas están muy cotizadas. Las probabilidades de que toque el Gordo de la Lotería son de 1 entre 14 millones; un Euromillón, leo, de 1 entre 76.275.360 y lo del braguetazo ya ni hablamos... Date por premiado si te toca uno medio normal.

Lo peor es pensar en lo que nos queda por delante hasta las próximas vacaciones. Mientras, es todo un clásico el mirar el calendario y comprobar los festivos y posibles puentes de aquí a Navidad. Este año hay tres. El 12 de octubre cae en lunes, el 1 de noviembre en domingo (pasa al lunes) y en diciembre se empalma desde el viernes 4 al martes 8 (incluido). Eso para los trabajos normales, de lunes a viernes... Mejor dejo la cuenta de la vieja, que me deprimo.

Lo peor de todo esto es saber que todavía queda gente disfrutando. Soy muy perra, es cierto, pero soy fiel seguidora de ese refrán que defiende el mal de muchos. Con lo bien que estaría yo ahora en un chiringuito... Pienso que las playas están a rebosar y me muero de esa envidia que jamás es sana. Una incorporación a 15 de septiembre, por ejemplo, es mucho más llevadera. Además, te pilla con todo el mundo aquí para prestarte el hombro y darte consuelo. Si me hubiera comprado un perrito ahora tendría a alguien meneándome el rabo y no que es lunes, postvacacional, y estoy en casa lamiéndome las heridas de la soledad de quien trabaja en agosto. ¿Una cervecita? Por caridad...

domingo, 16 de agosto de 2009

No me gustan los finales felices

No me gustan los finales felices. Creo que lo he dicho ya aquí. Los finales felices son aburridos y transitorios. Pasan muy pronto. No implican esfuerzo posterior ni permanecen en la memoria. Hacen que te acomodes y, paradójicamente, te convierten en infelices de por vida.

Ya lo dijo Shopenhauer. "La vida de un hombre no es sino la lucha por la existencia con la certeza de ser vencido". Al menos en la batalla hay entretenimiento, pasión, esperanza. Y si pierdes, mejor. Porque como ganes te olvidas de pelear. Un coñazo de vida ésa.

Todo esto viene a cuento de mis lecturas de verano. Son como las canciones. Superficiales. Entretenidas, eso sí, pero llenas de finales felices, irreales por tanto. No sé porqué ese empeño en hacer que las cosas terminen bien. Como si se pudiera poner punto y final a una historia si no es con una muerte de por medio (toco madera, aunque eso explica porqué todas mis películas de la infancia eran dramas y mi padre amenazaba con que nos iban a echar del cine por mis llantos). Yo siempre lo he dicho: nada mejor que una fatalidad para mantenerla a salvo del olvido. Pero a lo que voy. Una novelucha francesa de historias cruzadas (todo un clásico): atascos inesperados, trenes que se averían, una llamada inoportuna... me ha hecho ponerme de mal humor.

Todo iba bien de catástrofes hasta las últimas páginas donde todos han empatado en asquerosa felicidad. El pobre, rico; el despechado, enamorado; el enfermo, curado... Muy real, por las quejilas. Los infortunios del destino se convierten en bonitas casualidades para que los buenos acaben bien. Cuando en la vida real los correos nunca llegan a su destinatario, las cartas siempre -siempre- se pierden por el camino, los dobles sentidos nunca son bien interpretados y los mensajes de móvil se quedan en la bandeja de borradores. Todo el día con las narices en el buzón, dándole a F5 y encendiendo la pantalla del móvil. La gente corriente es muy desgraciada.

Pero la que más, yo. Porque las que ya llegan a su fin son mis vacaciones. Efectivamente, no es un final feliz. Un domingo de incorporación a la rutina es el peor de los domingos. Por eso no me gusta que acabe bien lo que leo. A ver qué drama se me ocurre antes de irme a la cama. Que no sea que vuelve a sonar el despertador...

viernes, 14 de agosto de 2009

In-somnio

Tres cafés solos, un mosquito y el asfaltado de mi calle son muy mala combinación para pegar ojo. Basta con que quieras dormir para que no exista forma humana ni química de hacerlo. Objetivamente, estás agotado, pero no hay manera... Eso es como el olvido. Ya lo dijo Montaigne, "Nada graba tan fijamente alguna cosa a nuestra memoria como el deseo de olvidarla". A todo he de sumar que acabo de darme cuenta que el color plata del muro del cabecero de mi cama no es beneficioso para mis instintos asesinos porque los mantiene calentitos. ¿Cómo localizar al puñetero mosquito en esa maldita pared que separa su vida de mi sueño? Qué frustrante es querer satisfacer un instinto y no poder...

Así que no maté al bicho. Me he ganado el cielo. Remedio de la abuela: embadúrnate de lavanda. Lo más parecido que hay en mi casa: la colonia de bebé Dulces sueños. A ver si lo logro. Al pensar en esta solución se me ocurre otra para acabar con las taquicardias del chute de cafeína que me he dado hoy. Mira que digo que el café no me afecta, pero el ritmo que he seguido me confirma lo contrario. Echo mano de la caja de valerianas. Otro remedio de la abuela. Siempre me tomo dos. Anoche fueron tres. Tengo Tranxilium, pero eso lo uso en situaciones de emergencia porque ya sólo me quedan dos en el bote... señal de muchas situaciones críticas que ya han pasado a la historia, de las que he sobrevivido y que me han hecho mucho más fuerte. Éstas me he propuesto que caduquen.

Solucionado el problema del insecto, de la cafeína y del instinto insatisfecho, vuelvo a apagar la luz. La cama tiembla. Me cago viva. Ya leo los titulares: "Cae un edificio en la calle Correduría. Se desconoce si hay supervivientes". Abro el ventanal y resulta que son los camiones del asfaltado, que no tienen mejor hora de echar el alquitrán que a las dos de la mañana. Lo repito: vuelvo a maldecir al Plan E.

Después de varias vueltas, de aplastar las almohadas y de intentar asfixiarme con una de ellas, caí rendida. Estuve en Isla Cristina con Tere y Marco. Resulta que fui capaz de darle el biberón y dormirlo muy rápidamente. Soy un hacha con los niños, parece. Cuando no hablan, ni se quejan y llevan dodotis, está visto y comprobado. Después les pierdo el punto. Tuve unas cuantas pesadillas monotemáticas. Sigo con sueño atrasado.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Volveré a adelantar

Si Mahoma se va de la montaña, allá que voy yo a darle por saco. Llevo muchos kilómetros hechos estos días, tantos, que me duele la rodilla de acelerar en mi bólido. Me río yo de los que se van a Turquía, Rumania, Nueva York o la Conchinchina. El aburrimiento. Si la gente huye de Sevilla, yo voy detrás para recordarles que el calor les espera a su vuelta. Vuelos internacionales no he hecho, eso sí, pero la red de carreteras andaluzas me la sé de cabo a rabo. Llegué a Chipiona-ese-mundo-aparte, vuelvo de Isla Cristina y pasaré por Málaga. ¿Alguien da más?

Tanta A-49 para arriba, tanta AP-4 para abajo da mucho tiempo para pensar. Lo primero y más terrorífico: no me gusta adelantar a coches más grandes que yo. Me encorajina. Mi cucaracha gris es un 800 (sí, no me hace gracia) y aunque es muy digno que adelante a un Mercedes no es plato de buen gusto. Ni mi coche ni yo estamos hechos para la competición, claro está. Un día de estos mi pequeña chicharra va a despegar en el intento, pero no soporto a la gente que anda pisándose los huevos cuando tiene carro para ir a buena velocidad sin interrumpir el tráfico. No puedo. No es que yo corra (más quisiera con la tartana...), lo que pasa es que circulo más bien lenta pero segura. Para colmo hoy se me ha roto el cassette (tampoco me hace gracia) y el sonido de mis pensamientos se ha hecho ensordecedor. Será que septiembre se acerca y es, como enero, el mes de los buenos propósitos.

Me he propuesto, por ejemplo, ser más cándida. Cándido -no el que respondió a Cacambo -según la pluma de Voltarire- que optimismo era la manía de sustentar que todo está bien cuando toda anda mal-, es un adjetivo que, además de ser sinónimo de sencillo y simple, se aplica a la capacidad de actuar sin dobleces. La parresía, ese término de la retórica clásica que llevo a modo de bandera (παρρησία en mi muñeca), era una forma de "hablar cándidamente". Aunque si se atiende a su significado literal en griego, parresía se divide en "par" (del "παν" todo) y "resía" ("ρησία", logos, discurso); podría decirse que es "decirlo todo". Hablar libremente, cándidamente, sin segundas intenciones ni deseos ocultos. No es sólo la libertad de expresión; es una especie de compromiso con la verdad incluso contra uno mismo. Contra mí misma. Si me estrello, que espero que no, será porque voy adelantando.

Después de pasar por la izquierda, como debe ser, a un todoterreno he decidido que, al fin y al cabo y como pueda, voy a volver a adelantar. Seguiré las normas y no iré a más de 120. Contra mí misma y mi coraje. Tengo que tener más fe en mi chicharra.

(Creo que se me va la pelota con buscar metáforas para todo lo que me pasa). Estoy cansada de conducir. Con me mate en un accidente (lagarto, lagarto) será cuando este post tenga gracia.

domingo, 9 de agosto de 2009

Cariño animal

De babysitter. Más bien de dogsitter. Así estuve ayer. Paseando al perro de mi tío. Al de cuatro patas, claro, no me refería al hermano de mi madre. Ya ni me acordaba lo que es sacar a un animal babeante atado de una correíta. Es lo que tiene la soltería...

Cuando me vine a vivir sola todo el mundo se empeñó en que me hiciera con un animal. Que si un gatito, un perrito o, la mejor opción, un conejito. Las cosas de mi madre: un conejo me quería regalar. Como si no tuviera bastante con lo que tengo. Y mira que de chiquitilla me encantaban los bichos. Todos. Desde el típico hámster a cobayas, conejos enanos, ardillas, pájaros de todos los colores, peces y una iguana. El arca de Noé parecía mi casa. Con el cariño lógico que se le cogen a las mascotas, con ellas llegaron mis primeros berrinches. Cuando se me perdió la ardilla fue un show. Mi padre me dijo que se escapó y que vivía en el árbol de al lado de mi terraza. Yo miraba y miraba y nunca la veía, pero pensaba que con la libertad del naranjo, oliendo a azahar y todo, sería más feliz que conmigo. (Qué sacrificada he sido yo siempre, coño). El drama llegó cuando a mi padre, bocazas como su puñetera hija, se le escapó que la simpática roedora la había espichao.

Desde entonces empecé a tomar distancia. Para no encariñarme. Por eso cuando mi iguana llevaba unos días sin moverse en su terrario y mi progenitor se empeñaba en decirme que hibernaba -estábamos en junio- le eché mano y constaté que estaba disecada ya y todo. A la papelera que fue. Ése momento fue crucial. Nada de animales en mi vida, que me estaban endureciendo el carácter. Si acaso de dos patas y que se valgan ellos solitos y, y...

Porque aunque queramos negarlo, todos somos unos animales. De granja, de costumbres, bestias pardas... Nos dejamos llevar por instintos, por bajos impulsos. Hay mecanismos que son involuntarios totalmente pero que nos someten a unas inclinaciones irracionales.

Mi hermana, de seis años, sonríe en el parque a un niño de no más de cuatro. Se toca el pelo, gira sobre sus pies, echa a correr y... allá que tiene al mocosete pegado a sus faldas. Eso es instinto. Ella después pasa. El pequeño vive su primer amor. Como el perrillo de mi tío cree que es libre jugueteando en la plaza. Arrastra la soga al cuello.

sábado, 8 de agosto de 2009

La canción del verano

He de reconocer que tengo mi puntito hortera. No siempre escucho música triste, de esa de rasgarse las vestiduras y de la que, cuando pasas malos momentos, normalmente de esos relacionados con el sexo opuesto, huyes como de la peste para no hundirte todavía más ante el primer acorde... El verano, como buena época de explosión jovial, de exaltación de la vida por encima de las miserias de lo cotidiano, hace que le sea infiel a mis queridos cantautores y me pase por Cadena Dial. Sí, ya lo he reconocido, soy una hortera. Tengo una larga lista de canciones del verano y las canto a voz en grito en el coche.

La de este año todavía no la he decidido. Siempre termino eligiendo en septiembre, con la canción de la Vuelta Ciclista. Hasta para eso voy a deshora. A ver cuál toca este año. Veo que se llama Merezco y es de una tal Zahara (intuyo que gaditana... ya veremos, miedo me da). Canta la muchacha: "Sólo llegué a ver salir aviones // confío en ir volando en ellos, algún día // debería haber mirado las señales // y no llegar al sitio equivocado. // No le digas a nadie que no llegué a tiempo". Muy propia para una competición deportiva de ir pedaleando buscando la meta o para subirte la moral en general. El año pasado la canción de la Vuelta fue Pretendo hablarte, de la enana bailona de UPA Dance (Aquí tan sola estoy y en medio de la nada // en medio de la nada y entre tanta gente); en 2007, fue de Hanna, Como la vida (y empecé a correr sin pensar en el ayer // y empecé a ser fuerte a llevarme la corriente), y en 2006, Nena Daconte con En qué estrella estará... Para qué seguir, los de la organización quieren que los ciclistas abandonen antes de salir. Buscan la huida del maratón con las letritas-de-dios.

En fin, que las firmes candidatas de mi top ten horterini de este años son: Mejor mañana, de Vega; Summercat, de Billie the Vision and the Dancers; Moving, de Macaco; Manos al aire, de Nelly Furtado, y... atención, una de Manuel Carrasco, que no sé ni cómo ha entrado en la lista, Sígueme, se titula. Me pregunto cómo funciona mi cabeza, que es como un queso gruyere por culpa de las neuronas perdidas, para que me gusten estas canciones. Cuáles deben ser los mecanismos que obran en mi cerebro para que me parezcan versos (???) cantables tales como... (Todas tienen además su correspondiente coreografía para hacer sentada en el asiento del piloto).

- Diles a los demás que fui un cometa errante // una luz que se perdió buscando el norte.
- Tonight tonight tonight tonight // I wanna be with you tonight tonight tonight.
- Moving, all the people moving, one move for just one dream.
- No tengo armas para enfrentarte // Pongo mis manos, manos al aire.
- Y vienes hoy por mi // como un huracán sincero // desvistiéndome en la vida // y comiéndome por dentro.

Vamos a recapacitar. O esto tiene una profundidad tan honda que no es captable por una inteligencia humana vulgar o son letras tan burdas que hacen que te olvides de todo tipo de profundidad –valga la redundancia- casi de por vida. Al fin y al cabo, son canciones de verano. Ligeritas. Pero eso de "desvistiéndome la vida y comiéndome por dentro" no tiene precio. Qué manera tan fina de referirse a lo único... Al final éste va a ser un cantautor y todo. Guapo, eso sí, pero cantautor al final.

Esta tarde me ido de compras. Literatura ligerita también para llenar las horas fuera del coche sin pensamientos trascendentales. Alguna frase épica saldrá. Mientras, me voy a la cama, porque como dijo Kant, “pensamientos sin contenidos son vacíos; intuiciones sin conceptos son ciegas” y se me está yendo la pinza.

viernes, 7 de agosto de 2009

La potencia del destino

A lo Brigitte Bardot. Así estuve todo el día en Matalascañas. Media playa pendiente de mí y no, esta vez no me he roto nada. Ir con un fotógrafo es lo que tiene, que te pone a posar en menos que canta un gallo. Ángela también ha aguantado lo suyo, pero vamos, que se habrán pensado que vamos a salir esta semana en el Hola con tanta fotito... Por lo menos, como digo, no hemos terminado en el hospital, que es como suele acabar las excursiones cuando vas con los foteros, según tengo entendido.

De lo que tampoco te libras es de los atascos, ni siquiera en miércoles. Ahora tengo miedo de cuando me toque la semana que viene ir a visitar a mi padre a Chipiona, porque mira que hay costa, y van y se alquilan la casa en la playa del sobaco, todo el día enseñándolo saludando a los vecinos. Un placer, de verdad. Voy a ver qué dice mi horóscopo. Con todo lo racional que soy y la gracia que me hace las chuminadas esas de la astrología, el destino y las señales, aunque no me crea nada. Por ejemplo, ya hemos pasado la entrada 17 del blog, mi número favorito. Siguiendo mi neurosis, me emparanoia el título: Lo que me quita el sueño. Todo esto es muy íntimo, por absurdo, claro, así que guardadme el secreto no sea que me encierren.

Dice capricornio –que vaya signo feo que tengo, una cabra con dos cuernos- que en agosto voy a “sentir cierta sensación de pérdida o vacío. Pedir ayuda no es malo, aunque os parezca lo contrario, y los amigos os pueden ayudar este mes más de lo que pensáis. Dejad de ser el fuerte de la película y asumid que sois personas con necesidades y el derecho a expresarlas directamente”. ¡Ay! Hechos para tontos, para eso están. Vamos a ver, agosto, mes de vacaciones. Pérdida o vacío, cuando se van familiares y amigos o peor, cuando se te acaban los días libres y estás más jodido que nunca. En cuanto a lo del fuerte de la película, eso es muy antigüito. Todos jugamos a eso. Lo dicho, no me soluciona el papelón. Lo bueno era cuando podíamos hacer retoques en los horóscopos del periódico. “Capricornio: te subirán el sueldo, gozarás de una excelente salud y los hombres caerán rendidos a tus pies”. Al día siguiente, con el autoengaño, te pasas por página de pasatiempos y más feliz que una perdiz por los designios que el destino te tenía reservados.

Hoy el destino dice que estaré más comunicativa que ayer (mira, he empezado bien, escribiendo en el blog) y que necesitaré esas largas y sinceras conversaciones con los amigos (uff, lo dudo, me duele la cabeza y no tengo yo la paciencia para largas conversaciones). No me tengo que olvidar, dice, de realizar algo más de ejercicio (jeje, tengo pendiente empezar mi plan de deporte para fortalecer los músculos, hoy va a ser el día) y sobre todo si soy uno de esos nativos que no hace más que quejarse (¿yo?). Si estoy de vacaciones en un lugar con costa (ésta sí que es buena), me pide que aproveche la presencia del mar para dar paseos relajantes (¿aceptamos el Guadalquivir como lugar para pasear?). Veo que todo me lleva al sitio donde quería llegar… ¡Cómo me gusta jugar con el sino! Andar, deporte y a contar las anécdotas después.

martes, 4 de agosto de 2009

Lo que me quita el sueño

No soñé. Más o menos siete horas dormida y ni un triste sueño. Yo siempre lo digo: prefiero una noche de pesadillas a dormir sin soñar, me parece mucho más interesante y una metáfora que aplicar a la vida. También es verdad que anoche no caí como otras veces redonda en la cama. Mi calle es una verbena. Y ya estoy hasta el mismísimo. Debería haberlo previsto cuando me percaté que mi dormitorio daba a la calle Feria...

Lo que más me molesta son los cinco camiones de Lipassam que se entretienen en la encrucijada que ven mis balcones. Están los que vacían los contenedores (un camión los pares y otro los impares), los limpian por dentro, por fuera, que si los del reciclaje de papel, de vidrio, de plásticos, los que riegan la calle... que otra cosa no, pero puedo asegurar que vivo en el barrio más limpio de Sevilla y que entero de más conversaciones durante la noche que a lo largo del día.

Lo de hoy ha sido ya el colmo. Cuando los de la limpieza pública han terminado de hacer su trabajo y ya se podía comer en el suelo de la calle, han llegado los albañiles que están poniendo bonitos los dos edificios de enfrente de mi casa, que también debe estar en el centro del Plan E del gobierno para incentivar la economía. Yo es que ya no puedo más. Me han tenido media mañana oyendo martillazos y la otra a ¡Camela! ¿Agosto no es mes de las vacaciones? Porque me estoy quedando sin amigos con los que salir que tiene mejor destino que el estío hispalense, pero para darme por culo tengo cola todas las noches. Me cago en la leche.

Así que mañana me voy a la playa. Un díita de vacaciones costeras, que no cansa. Sólo espero no acabar como el año pasado, cuando volví con un dedo roto.


Unas mochilas fueron las culpables. Ni el consuelo del desahogo tuve. Cuando me cagué en las putas mochilas vino la dueña a recriminarme por llamarlas putas. "Ni que la hubiera llamado puta a usted, señora", le respondí indignada. En el Virgen del Rocío que acabé.
Sólo espero descansar y pensar que al fin y al cabo la mala suerte no tiene que estar siempre pegada a mí. Los hay que están peor que yo en sus comienzos vacacionales. Por mi parte, a ver si convocan una huelga de limpieza y me dejan dormir en paz. En cuanto a Camela, a la próxima saco los bafles por la ventana y les pongo Turandot.

Cabecita loca

Psicoanálisis ya. Eso deben estar pidiendo a gritos mi ego, mi superyó y mi ello. Anoche soñé que me iba a la cama con un hombre con dos penes. Llevo todo el día sin internet y con una desazón muy grande en el pecho. ¿Me estaré volviendo loca?

Pero no, todavía no. Tranquilidad en las masas, que no cunda el pánico. He recurrido a mi guía de cabecera, mi querido Google. Tecleo: "soñar dos penes". Resultado: "el sueño de todo hombre, montárselo con dos tías". Por ahí no va bien, tecleo de nuevo. "Sueño órganos sexuales"... et voila! Atención a lo que significa. Lo copio y lo pego: "Los sueños en los que vemos órganos sexuales, ya sean los propios de nuestro sexo como los del contrario, son mensajes que nos hablan sobre la mayor o menor satisfacción sexual que vivimos en estos momentos y también, aunque no tan directamente, con la bien que nos sintamos con nuestra vida en general". Así que ya me quedo tranquila. Si sueño con dos es que tengo que estar muy satisfecha y que me siento muy bien en esta vida. No le falta razón a mi cabecita calenturienta.

Resulta que los sueños con sexo, tan normales, encierran más información sobre nuestro subconsciente de lo que nos podemos pensar, según veo en esoterismos.com, que me da que es de fiar. Toda la vida levantándonos muy contentos después de un sueño erótico sin pensar que estábamos malgastando una valiosa información sobre nosotros mismos... Las cosas de la mente, que es una cachonda.

Hoy he estado con mi amiga Chari y su novio, Jesús, y hablando, hablando, ha salido una pregunta que también es inquietante. ¿En qué momento tomamos conciencia del sexo? Ahí también me he agobiado. ¿Cuándo -he pensado- tuve mi primer pensamiento impuro? Me es imposible recordarlo, aunque lo importante es recordar el último porque en cierta forma es el definitivo...

Ya en la vida normal, en esta vigilia que me mantiene en planta a las dos de la mañana, pienso que qué debe sentir un hombre con dos penes, por qué hace tanto calor en Sevilla en agosto y en qué soñaré esta noche. Si es interesante, mañana lo cuento.

domingo, 2 de agosto de 2009

La risa que se da por no llorar

No me gustan los correos de chistes. En general, no me gustan los chistes. Y menos contarlos, que al final acabo haciendo un espantoso ridículo. Y si este blog es más de provocar sonrisas que carcajadas lo que provoca mi humor es llanto. Bueno, en realidad debo confesar que sí me gusta escuchar los chistes, sobre todo si son malos y me puedo reír del irrisorio espectáculo de comediante del valiente que se atreve, aunque es un defecto –virtud en otros casos- que todos llevamos dentro que nos lanza a la aventura de intentar tener gracia. Además, suele haber cierta clase de graciosillos con la autoestima de contador de chistes tan alta que me impiden que cuente sus grandes obras para no estropearlas en el camino, por lo que mi carrara en El Club de la Comedia está totalmente descartada. Tranquilo, Pedro, tranquilo…

Ahora me acaban de enviar un correo que me ha hecho gracia, lo que no debe entender, querido lector, como que abro la veda a esa clase de mails. El chiste dice más o menos así:

Un hombre mira a una mujer sentada en la mesa de al lado, totalmente borracha, que se mece con su bebida en la mano. La esposa de este señor le pregunta:
- ¿La conoces?
- Sí, - suspira él como suspiran los tíos cuando se vienen arriba - es mi ex-novia. Supe que se dio a la bebida cuando nos separamos hace muchos años y me dijeron que nunca más estuvo sobria.
- ¡Dios mío! –contesta su mujer- ¡Quién diría que una persona puede celebrar algo, durante tanto tiempo!

Moraleja: Siempre hay dos maneras de ver las cosas... por lo menos. Lo importante es saber mirar más allá para no caer en despropósitos abisales muy propios del ego cuando se pasea por las nubes. Me imagino la escena de estos dos en el bar y a la otra mamada y no se me ocurre una mejor manera de cerrar el telón que con una imagen de los tres brindando por los desastres de la existencia. Nunca me gustaron los finales felices, aunque el de la dipsomaníaca por la alegría de quitarse a un petardo de encima no tiene precio.

Los chistes sobre las relaciones de pareja son un clásico. Una manera de quitarle dramatismo al mayor conflicto existencial del ser humano. Desmitificar la derrota, los líos de faldas, las crisis matrimoniales o los inciertos comienzos son materia no sólo de los chistes populares, sino también de las viñetas. Ésta que meto me ha hecho hoy especial gracia porque me veo muy reflejada en ella (sí, soy una puñetera y me gusta llevar la contraria). Y el Erlich éste -en el digital de El País- me parece que está sembrado para sacar punta a todo lo relacionado con el universo sentimental.


Estos chistes y los despropósitos me han hecho recordar por segunda vez en este día las famosas cuatro frases de las parejas cuando escoran a la ruina. Cuando escuches la primera, amigo, tiembla, vendrán después las otras sin suerte de continuidad. Debo reconocer que son frases muy femeninas, aunque con esto de la igualdad, los hombres también han tomado nota y las sueltan a la primera de cambio. Las frases son:

1. Bebes demasiado.
2. No me gustan tus amigos.
3. No sé qué haces con el dinero.
4. Como esto siga así, yo no sé dónde vamos a llegar.

En este punto más de uno se habrá sonreído. Sí, es inevitable. Todos nos reconocemos en ellas como sujetos activos o pasivos. Sin embargo, si todavía tienes la suerte de no tener intención de soltar estas frescas o la fortuna de tener a alguien al lado que bebe más que tú, frecuenta peores compañías, gasta más y ve un futuro aún más negro para vuestra relación, brinda contigo mismo y celebra, aunque sólo sea por llevar la contraria a la norma.

jueves, 30 de julio de 2009

Ángela, Atencia, Barcelona

Según las estadísticas, el verano y las vacaciones provocan en España uno de cada tres divorcios.

Barcelona. Día 1.

Empezamos regular el día. No hemos pegado ojo. El calor en casa de mi abuela, que es donde pasamos la noche previa al viaje por cuestiones de intendencia, es insufrible. Ni el ventilador ni las ventanas abiertas de par en par nos dan una tregua. Dormimos juntas en la cama, pero mi mujer se va porque está agobiada y no quiere despertarme. Yo la echo de menos a mi lado y me preocupo. Lo dicho: no dormimos nada y suena el despertador a las 06.20 horas.

El termo no funciona. Ducha fría. Seguimos para bingo. Esta inconveniencia nos viene bien para el viaje y nuestro propósito: nada de pensamientos impuros durante nuestra estancia en Barcelona. Si otros se ganan el jubileo haciendo el Camino de Santiago nosotras lo hacemos prescindiendo del género masculino por unos días. A ver cómo sobrellevamos la preparación de nuestro cierre por vacaciones.

Mi padre, pobre, nos recoge para el traslado al aeropuerto. Llegamos a las 07.00 horas. El tío de la facturación es un inútil y nos dice que no podemos llevar maleta. Ya nos veo con tres capas de ropa cual cebollas. Desayunamos y nos la clavan. La primera en la frente. La segunda, la furgoneta de los periódicos se ha averiado y nos dejan sin prensa. A esperar el avión.

Mi miedo a los aviones se va superando poco a poco. Seguimos muertas de sueño. En Rayanair nos putean: o te venden unos rascas para ayudar a unos niños ciegos o colonias, o cafés, o cigarros con nicotina pero sin humo (¡!). Parece que lo hacen por joder: cada cabezada mía coincide con un nuevo discurso de los azafatos. Una, además, es humorista: “Llega el momento más esperado del vuelo, y no hablo de las turbulencias…”. “Sus muertos”, pensamos al unísono Ángela y yo. En el aterrizaje el avión hace un extraño. La película de mi vida pasa ante mis ojos y el corazón se me sale del pecho. Primera prueba superada.

Segunda etapa. Coche de alquiler. Automático. Micro Machine. Allí que nos metemos y al salir a la autopista el pequeño frena en seco. Nos hemos salvado de morir estrelladas en el avión pero todavía tenemos que salir de la carretera. Sanas y salvas, llegamos a Tarragona, que nos recibe con un calor infernal.

Dicen que los andaluces somos unos flojos, pero aquí tienen otra catedral sin terminar. Las calles del centro son como El Jueves, por lo que no me da tiempo a echar de menos el bullicio de mi calle. Nos ponemos con las fotos y así echamos la mañana. Decidimos que vamos a Sitges, lugar para lunas de miel, gente de la jet set y homosexuales. Ni nos hemos casado ni somos famosas, ya sé por lo que vamos a pasar allí.

Efectivamente, Sitges es un paraíso gay. Seguimos bien sin pensar en hombres porque aquí todos van de dos en dos. Nos sentamos a comer y una familia nos da cháchara. “¿Sevillanas? Ole, ole y ole, ¡cuánta alegría!” Ángela y yo miramos con desdén y seguimos con el bocadillo, la envidia de todos los hombres que pasan a nuestro lado porque es una gran baguette.

Próximo destino: Barcelona. Un Smarth, un mapa, una conductora cegata y una copiloto despistada hacen el resto. Tampoco nos perdemos tanto. Entrenamos para lo que van a hacer los próximos días: Rambla para arriba, Rambla para abajo. El hotel está arriba a la izquierda. Creo. El coche se niega a que le metan la marcha atrás. Nos ha salido precavido.

La habitación es muy romántica. Nos echamos en las camas y nos da un ataque de risa que desemboca en llanto nervioso. Somos unas aventuraras. El año que viene nos vamos de safari.


Barcelona. Día 2.

Después de once años, me vuelvo a subir al Metro. La última vez fue en París, cuando un hombre decidió acabar con su vida tirándose a las vías cuando pasaba el tren en el que yo viajaba. Otro miedo que supero. Parada: Sagrada Familia. Sales de la boca del suburbano y nos sentimos unas divas. ¿Nos fotografían a nosotras? No, es a la catedral que hace gala del refrán sobre la duración de las cosas -prevén que esté terminada entre 2020 y 2040- que se medio erige a nuestra espalda. Llevan desde 1892. Queremos pensar que los obreros son actores porque no nos piropean. Monteseirín no se ha enterado de este filón de cobrar 11 euros por ver una obra porque si no ya estaría haciendo caja y la línea 1 se habría inaugurado en 2100.

Salimos al Parque de los Güells, como queda bautizado porque para llegar hay que subir unas cuestecitas que ni en el Tourmalet. Aquí confirmamos el tópico: los catalanes son muy agarrados. Un parque y ni un triste banco. En las Ramblas tampoco. Ni en las plazas. Kilómetro y medio para llegar de nuevo al Metro. Vamos a pasar la tarde dedicada a Gaudí. Paseo para encontrar edificios modernistas. Me duele –nos duelen- las piernas. Nos sentamos y sentimos el hormigueo postorgásmico pero sin orgasmo. Se nos está poniendo el culito aún más prieto.

Nos damos un chapuzón en la piscina. Mi resfriado empieza a hacerse patente. Esta noche vamos a salir y mi mujer me agasaja con una cena en un japonés. Para las copas, nada mejor que no perder las buenas costumbres y buscamos la Alameda barcelonesa, en el Barrio Gótico. Nos sentamos en una mesa y llega un listo que dice venir del servicio y nos invita a levantarnos o a compartir con él la cerveza. Faltaría más. Nos levantamos y nos vamos a otra. Llega el momento revelación del viaje y nos ponemos trascendentales. El alcohol es lo que tiene.

Barcelona. Día 3.

Hoy la caminata es por el centro. La Rambla de derecha a izquierda. La Boquería y el Raval. Como somos muy audaces, nos decidimos a ravalear a plena luz del sol. Nos persiguen. Lo sabemos y nos encomendamos a sagrado. Entramos en una iglesia románica que nos hace plantearnos nuestra vocación y pensamos en pillar los hábitos, los malos, claro. La verdad es que se respira paz. Mi señora me hace un reportaje gráfico.

Todas nuestras fotos del viaje son de una en una o autofotos, en las que salimos con cara de velocidad. No nos atrevemos a pedir que nos fotografíen no vaya a ser que salgan corriendo con el aparatito de mi madre y nos mata.


Volvemos a La Boquería para comer. Nos sentamos en una plaza. No tenemos ganas de hablar pero sí de escuchar. Conversación entre jipis (varones).

-Jipi 1: Yo, es que no las entiendo. Las tías son egoístas y muy pesadas.
-Jipi 2: Sí, tío, nunca sabes como acertar con ellas. Lo peor son los tres o cuatro días cada mes antes de la regla…
-Jipi 1: Pero la tuya usará Tampax, ¿no?
-Jipi 2: Sí, pero no puedo hacer nada…
-Jipi 1: Ni tocarla…
-Jipi 2: ¡Ni mirarla!

Ya está claro, las tías somos un tema recurrente en las conversaciones de tíos. No sólo de pelotas vive el hombre.

Por la tarde intentamos ir a la Catedral. Nos niegan la entrada. ¿Por qué? Por guarris. Vamos en tirantas y no nos dejan pasar sin taparnos. Nos indignamos y decimos que para la playa que nos vamos, que allí sí que se lleva ir destapadas. Esto es como aquella historia del té:

-Yo: Me pone un té marroquí.
-Camarera: Es que no sé como se hace…
-Yo: Mmmmm. Ponme un Brugal con cola.

Nos lanzan a la mala vida. Y al peligro, porque después de superar la prueba del Metro, donde roban a un guiri, la Barceloneta es droga dura. Si no te saltan un ojo con una pelota te pisan en cuello tomando el sol. No aguantamos. Nos vamos a la piscina a pie. Rambla para arriba.

A punto estoy de salir esposada de la piscina. Muy relajadas que hemos estado todas las tardes hasta ésta. Marcelo y sus coleguitas, de no más de diez años, nos dan la tarde. Estoy desesperada. Ya leo los titulares: “Sevillana se vuelve loca y tira a cinco niños sudamericanos por la terraza de un hotel”. Me prometí a mí misma que no diría más eso de arrancarme los ovarios a bocados antes de ser madre, pero estos niños son para ahogarlos.

Nos duchamos y vamos a cenar. Mi esposa no me ha hecho esperar ni una sola vez en estos días. Eso sí, hoy me duele la cabeza y ella me abandona para buscar un melón, que sube a ofrecerme pero que se come antes de que me dé tiempo a decir que sí.

Barcelona. Día 4.

No nos queremos levantar de la cama. Nos vamos ya y nos negamos. Pero hay que hacerlo. Hay que buscar una motivación. O dos. Hoy entramos en la catedral por nuestros ovarios. Perdemos la dignidad. Hace 40 grados pero nos ponemos las rebecas para entrar. ¿Quién dijo aquello de que las rebequitas son para el verano?

Aquí te cobran hasta por respirar. Ayer no nos dieron ni agua después de un café y ahora para iluminar a una momia nos piden que echemos 50 céntimos a una máquina. Te piden limosna, que apadrines una piedra…

Vamos a comer a Reus y llegamos bien de tiempo. Nos ponen un menú y el camarero vuelve a la carga con el rollo de la gracia sevillana. Nos recomienda una ruta por las casas modernistas. A estas alturas hemos decidido que, con el dolor de piernas, el cansancio acumulado y las ganas de encontrar una motivación para volver a casa, nos importa un carajo el arte en general y el Modernismo en particular.

El coche se niega a salir del parking. Que no quiere la marcha atrás. Pensamos en dejarlo allí pero nos puede el sentimiento de responsabilidad. Como no confiamos en nuestra capacidad de orientación salimos pronto y llegamos antes al aeropuerto.



Nos sentamos al lado de una muchacha muy guapa. Viene el que intuimos es el novio. Ella se llama Ana y a él lo bautizamos como Enrique. No le habla. Él le pide que cuando lleguen a Sevilla deje de hablarle si quiere, pero que ella tiene sus cosas en su casa y que las tiene que recuperar. Nos levantamos sutilmente. Nos gustan más las conversaciones entre jipis (varones). Me da miedo la idea de que se vuelvan locos en el avión y nos estrellemos.

Uno de cada tres matrimonios rompe en verano. Otras parejas, como la nuestra, se consolidan en vacaciones. Hemos sobrevivido a la abstinencia, al coche automático, a La Rambla y a Ryanair. El avión sale con retraso. Se encienden las luces del cinturón de seguridad en pleno vuelo. A ambas nos entra la taquicardia cuando el azafato se pone, muy solemne, a hablar en inglés, hasta que dice coffee y capuccino. Ya veíamos nuestros obituarios: “No quería morir hoy, al menos antes de irse a la cama”.

¿Próximo destino…?

sábado, 25 de julio de 2009

Me llevó el tiburón

Qué verdad es ésa que afirma que si crías fama, ya te puedes ir echando a dormir. En Tarragona han pescado a un tiburón que pasaba por la costa y se ha muerto del estrés. ¿Ha hecho algo el pobre escualo? Pues no. El que se puso ayer las botas fue un pez lirio, que con su delicado nombre se dedicó a morder a jovencitas en la misma playa. Todo un clásico playero pero con escamas.

Parece que las cosas en la costa catalana están calentitas y eso que no he llegado todavía, que yo tengo fama de gafe. Bien es verdad que esta celebridad de mi mala suerte tiene cierto fundamento, porque cuando me pongo a encadenar infortunios me quedo sola. Por eso estoy ya cagada. Y no es sólo un miedo infundado. Vuelo con Ryanair, que es como la línea 20 de Tussam pero sin pasar por el Polígono, y no tengo ansiolíticos. A ver cómo paso el rato.

Como preveía desde hace unos días, no tenemos marcado un plan de viaje. Ni dónde ni cuándo iremos. Lo que no sé es si así es más emocionante. De lo que sí tengo ganas es de andar y no pensar (y no tropezarme y partirme un ligamento o el dedo gordo del pie). Ver y mirar, sin que se me meta un cristal en un ojo, bañarme en una cala en el camino desde Reus sin que se me corte la digestión, ese-mito, y no volver con la H1N1, aunque juraría que ya le he pasado. La Rambla será nuestro eje, ese camino que no sé si tiene principio, final o derecha e izquierda… Ya quedan unas horas. Comienza la cuenta atrás. Si no vuelvo, dejo dicho que os quiero. No me echéis mucho de menos.

viernes, 24 de julio de 2009

Bebo para hacer interesantes a los demás (I)

Vivo en una ciudad con un porcentaje muy alto de putas y cabrones. Podría ser más bruta y decir que esta es una ciudad de putas y cabrones, así en plural, pero tendría que decantarme por un bando y lo que es peor, empezar a clasificar a familiares y amigos. Y es que hay días como hoy (y ayer), que me preguntó por qué hay tanto subnormal suelto por las calles y no llegan los laceros y se llevan a más de uno a la perrera.

Estuve en la velá de Santa Ana. Una muchedumbre que siempre me ha gustado por dos únicos motivos: el ron Liberación de la caseta de IU y el mojito. Las papas que me he cogido allí son antológicas (moño con tenedores, el fresquito de una pota, tribesos, el guarrazo en plena calle Betis, lanzamiento de móvil...). Quizás sería que ayer estaba todavía perjudicada porque no disfruté como antes. O eso o me estoy haciendo mayor y cascarrabias. La cosa es que, pasando entre la gente te das cuenta de cuán absurdas son en general las personas. Mucha pija, mucho cani-chungo y mucho sevillanito de pro. Que aquí son todos muy graciosos de jiji y copita, pero luego tontos del culo.

Siempre me cabrean las generalizaciones porque son mentira. Yo nunca me he sentido de aquí. De aquí como se entiende desde fuera. No soy de Semana Santa, ni de miarma ni de chocho loco. No me gustan los tíos con patilla y nunca me ha parecido estético llevar pendientes de perlas y moreno de rayos uva. Es verdad que eso no es ser sevillano: en mi DNI pone que nací en Sevilla y veo un paso y echo a correr. Eso si no la lío metiéndome con el que toca la corneta, que creo que Freud haría con esos tipos encajes de bolillos, que a ver cómo se explica que uno se lleve ocho horas con semejante objeto en la boca...

Lo que quiero decir con esto es que, donde hay tal concentración de gente te percatas más de la cantidad de ellos que estarían mejor encerrados. La pareja de tristes que ni se hablan mientras beben -un refresco- en la puerta de una caseta esperando que llegue la hora de irse cada uno a su casa sin una triste sonrisa (ni qué decir que sin un beso apasionado en un rincón oscuro); la pandilla de amigos que no se soportan mucho pero que llevan años juntos y siguen en la inercia aunque ya no tengan nada en común; el grupo de niñas que salen de punta en blanco y se cabrean porque les derramen la copa encima... Eso sí, llega el de enfrente, empieza el espectáculo, risotada y "Quillo, ¿qué, tú por aquí? A ver si nos vemos otro diíta ¿no, miarma?".

Yo no quiero ser de ésas. No quiero convertirme en esa clase de engendro. No me tomé ni ron ni mojito, por eso a lo mejor estaba mijita. Uff, vaya tela.

jueves, 23 de julio de 2009

Resaca de trascendencia

Hay que coger los toros por los cuernos. Echarle valor al asunto y afrontar que la determinación, la resolución, es la mejor manera de sacar afuera al osado que tenemos dentro. Una derrota solo tiene que ser el impulso para emprender una nueva batalla. Siempre he pensado que la vida es de los valientes.

Hay un poema de José María Fonollosa, al que he retomado de nuevo hace unos días gracias a su Ciudad del hombre: Barcelona. También tiene una Ciudad del hombre: New York, que se pasea por mi casa desde hace unos años. En este libro, muy difícil de conseguir, demoledor en sus planteamientos por lo descarnado de sus imágenes y muy real precisamente por eso, está ese poema que me viene a la mente una y otra vez. Se llama Avenue of Americas. Lo copio y lo pego:


Podemos elegir entre estar juntos
y hacernos mutuamente desgraciados.

O separarnos ahora
y ser también cada uno por su lado desgraciados.


Últimamente tengo muchas conversaciones trascendentales. A todo el mundo le está dando por hacer balance de vida y la resulta de tantas charlas es que la mayoría no está muy conforme con su existencia. Ayer fue la despedida de Ángela del periódico (a este paso mi hermana no va a ser la única que piense que estamos liadas) y me dio por pensar cuán necesario es tener a alguien al lado para ser desgraciado en compañía. Así, acompañado, las desgracias se convierten en anécdotas que pasan mejor. Y más si es con un cubata en la mano: la das un buche y ahogas la emoción que puede trabarte la voz en un momento dado. Así tengo hoy la cabeza como la tengo.


Nos cogimos una buena. Nos cambiaron las canciones de la máquina del Matakas (la Tatuajes se la está jugando) y no desayunamos churrros, pero nos hartamos de reír. Lo que sí hubo un brindis que no quise seguir: ni Dublín, ni Londres ni ninguno de esos destinos son ahora una opción. Ahora toca elegir quedarnos y pasar por el mal trago. Huir es de cobardes, esposa. Barcelona nos espera. En agosto cerramos por vacaciones y septiembre será nuestro mes. Sé, lo presiento, que la felicidad está a la vuelta de una esquina (y no quiero decir que nos metamos a putas, de momento). Ofú qué mal me sienta la resaca a la trascendencia.

martes, 21 de julio de 2009

"Tú eres bollera"

Me voy a arreglar el video para que grabe. Lo he decidido este mediodía frente a la tele. Me pierdo muchas cosas. Me voy a quedar atrás, sin nuevas cosas que aprender y ya se sabe que esto es renovarse o morir. Hoy, por ejemplo, me he enterado de que han hecho un remake de Veredicto, ese mítico programa que lanzó a la fama a Ana Rosa, esa mujer. El juicio que tocaba enfrentaba a una ex pareja. Él había estrellado el coche de ella con el de una tía buena, rubia (han dado todos los detalles). A partir de ahí, el muchacho se dedicó a ponerle los cuernos a la pringada de la novia con la que embistió por detrás antes de decirle hola. El tío es todo un profesional, sin preliminares. Ella, la novia, ahora le reclama el dinero del arreglo del coche y una indemnización por todos los años en los que lo acogió en su casa. Reconoció la chica -a la que el juez, por cierto, no le dio la razón por tonta-, que lo hacía porque estaba despechada por el engaño.

Siempre me he preguntado por qué la gente tiene tan pocos escrúpulos para airear su vida privada existiendo el recurso de "una amiga de una amiga". Es muy socorrido. De todos modos mis hermanas me han dado permiso para que hable aquí de ellas, que estaba yo preocupada por si resultaba que pensábais de mí que soy una indiscreta. Y es que no dejan de darme historias que contar. Hoy una de ellas me ha preguntado por mis vacaciones. Le he contado el plan de Ángela, Atencia, Barcelona. Su respuesta: "Tú eres bollera, ¿verdad?". Esta afirmación injustificada ha provocado debate plenario entre las González, sobre la posibilidad de que cale el lesbianismo entre nosotras. La pregunta del millón que he propuesto que hay que plantearse para reconocer el gusto por practicar la actividad de Lesbos es muy sencilla a la par que soez (perdón). ¿Te gusta el sexo oral? (lo he dicho de otra manera, la autocensura me ha podido) Hacerlo, claro, -he continuado- que para recibir somos todos muy listos... La González más pequeña ha mascullado en este punto un "¡Qué asco!" por lo bajini que yo he querido ignorar, pero las otras han estado de acuerdo en que ésa es la pregunta clave.

En cualquier caso, cada vez estoy más segura de que hay que follar más y mejor y disgustarse menos. Si todo el mundo empezara el día llegando tarde al trabajo por pegarse un buen revolcón en vez de por los atascos, otro gallo nos cantaría. Habría más simpáticos por el mundo. La gente que comienza la jornadas dándo(se) los buenos días acaba con un cutis de lujo, sin cremas ni potingues. Por no hablar del ejercicio físico, la quema de calorías, la eliminación de toxinas y la capacidad de empatizar con el otro y ser más compresivo con el prójimo que no se levanta con tan buen pie o en tan buena compañía...

No se me ocurre ninguna desventaja, salvo si te da por tirarte al que se está tirando tu hermana o al colega le da por probar las diferentes versiones del mismo producto. Ése es un problema. Yo, por eso, pongo el parche antes de que salga el grano: cuando pruebes a una González, no pases a la siguiente como si fuesen estampas de una bonita colección. Puede haber peleas insalvables que pueden matar a la mayor, diosa omnipotente que todo lo sabe, de un ataque de risa. Del lesbianismo pasamos a la promiscuidad. Mis hermanas han dado su permiso pero no tienen la dirección del blog...

lunes, 20 de julio de 2009

La mancha de cani, con otra cani se quita

Hay imágenes que me ponen tierna y sacan de mí el lado dulzón que todo el mundo tiene, unos más y otros menos acentuado. Yo no soy mucho de perder los papeles por una emoción salvo cuando ya me desborda de esconderla, así que es difícil que alguien me vea conmoverme. Es que más que otra cosa un mecanismo de defensa, no es que yo sea dura precisamente...

Esta tarde he visto a un adolescente llorando. En la puerta de un portal, estaba totalmente desconsolado. Me ha inspirado tanta ternura que he aminorado el paso y me ha dado tiempo a ver salir a una jovencita del portal. Se han ido juntos. A lo mejor lloraba por la pérdida de un ser querido o porque sus padres le han castigado sin la Play, pero a mí me ha dado por pensar que le acababan de romper el corazón y la susodicha estaba a punto de rematar exprimiéndoselo y echándoselo de comer a los perros del barrio. Yo llevo ya un buen rato pensando en todas las rupturas y males de amores que me han rodeado a lo largo de los últimos años.

Es verdad que todos hemos tenido rupturas traumáticas. De jurar y requetejurar que nunca más. De ésas de repetir hasta la saciedad que, o te metes a monja, o abres un prostíbulo. Aunque al final, se sale y te ríes, y vuelves a caer y otra vez a reparar las heridas y un nuevo comienzo...

No obstante, las peores sin discusión que se me vienen a la memoria son las rupturas adolescentes. Ahí es cuando crees que la tragedia la inventaron pensando en ti y te quedas lamiéndote la sangre derramada, llorando, maldiciendo al mundo. Pero en el fondo te alegras, porque si sufres es que estás vivo y te has hecho mayor. Es entonces cuando prefieres que te partan el corazón que romperlo tú porque eso te hace ser la heroína -o el héroe- de la historia. Por eso me ha hecho poner tontona el niño del acné con el corazón apaleado por la cani: él es damnificado, el que un día recordará el daño y sonreirá.

Yo me acuerdo de mi primer novio. Me empezó a gustar con nueve años. Era como El Principito: rubio, con los ojos azules, el más listo de la clase, el que mejor cantaba en el coro... Y no me echaba ni puta cuenta, claro. Era muy tímido, pero yo, que a perseverante no hay quien me gane y cuando se me mete algo en el coco hasta que no lo consigo no paro, logré que se me declarará un recreo cuando ya tenía 12 años. ¡Mira que era yo paciente! Me dio hasta la mano un día... Pero he de reconocer que fui yo quien le partió el corazón. Otro niño más espabilado empezó a hacerme la corte y yo sucumbí. Fue el primero que me cogió una teta. Al día siguiente de ese manoseo en el cine, me dejó por otra... Y ahí me destrozó. Venga a oír canciones tristes, venga a ver películas moñas... hasta que salí, por supuesto, como él cuando lo dejó la otra. Mientras, fuimos los más desgraciados del universo, pero no nos importó (y menos a mí, que al muy capullo también lo dejaron). Este muchacho ahora pesa 200 kilos y debe tener pelo en todo el cuerpo menos en la cabeza. Cosas del Feisbuk, mientras yo gano como los buenos vinos.

Por eso he llegado a la conclusión de que no hay mal, que por bien no venga, que cien años dure. (Qué me gusta inventarme refranes). Y al niño sin Play le diría, aunque lo va aprender él solito, que hay más po- que ollas y que una cani, con otra cani se quita.