lunes, 17 de agosto de 2009

La soledad de quien trabaja en agosto

A las 8.30 suena el despertador. Normalmente remoloneo en la cama, pero he perdido forma y como me quede dando vueltecitas y espabilándome, sé que corro el riesgo de quedarme dormida. Siempre intento apurar el tiempo -sobre todo cuando estoy a gusto- y me levanto con la hora justa (bien es verdad que cuando estoy muy a gusto llego tarde), aunque hoy mi sentido de la responsabilidad me puede. No sé porqué tengo que mirarme al espejo. Consejo: lávate la cara sin levantar los ojos del grifo en la vuelta al cole porque de lo contrario empiezas mal. Muy mal.

Salida a la calle. El mismo camino que haces durante un año y que en vacaciones ansías que desaparezca. Se te olvida eso de que todos los caminos llevan a Roma. Estoy cansada de hacer el mismo recorrido para ir al trabajo. A veces innovo, cuando voy con tiempo. Con el dichoso Plan E (un día le voy a dedicar un post para él solito, se lo está ganando a pulso), eso no me ha pasado hoy. Si las carreras de obstáculos en obras públicas fueran deporte olímpico, creo que tendría medalla. Que si saltar la arena para no pringarme los pies en la calle Feria, donde están colocando la acera desde hace tanto que ni me acuerdo; que si evitar que me atropelle un camión en Viriato; pasar por un estrecho pasillo en la Encarnación... y encontrar la entrada a Puente y Pellón. Toda una odisea. Al trabajo, con alegría.

Miro las caras de los pringados como yo con los que me cruzo y son las mismas que hace tres semanas. Los mismos rostros de siempre. A lo mejor no son los mismos, pero todos tenemos la misma expresión. ¿Por qué no nos toca la lotería, un cuponcito, un novio/a rico/a? Estas cosas están muy cotizadas. Las probabilidades de que toque el Gordo de la Lotería son de 1 entre 14 millones; un Euromillón, leo, de 1 entre 76.275.360 y lo del braguetazo ya ni hablamos... Date por premiado si te toca uno medio normal.

Lo peor es pensar en lo que nos queda por delante hasta las próximas vacaciones. Mientras, es todo un clásico el mirar el calendario y comprobar los festivos y posibles puentes de aquí a Navidad. Este año hay tres. El 12 de octubre cae en lunes, el 1 de noviembre en domingo (pasa al lunes) y en diciembre se empalma desde el viernes 4 al martes 8 (incluido). Eso para los trabajos normales, de lunes a viernes... Mejor dejo la cuenta de la vieja, que me deprimo.

Lo peor de todo esto es saber que todavía queda gente disfrutando. Soy muy perra, es cierto, pero soy fiel seguidora de ese refrán que defiende el mal de muchos. Con lo bien que estaría yo ahora en un chiringuito... Pienso que las playas están a rebosar y me muero de esa envidia que jamás es sana. Una incorporación a 15 de septiembre, por ejemplo, es mucho más llevadera. Además, te pilla con todo el mundo aquí para prestarte el hombro y darte consuelo. Si me hubiera comprado un perrito ahora tendría a alguien meneándome el rabo y no que es lunes, postvacacional, y estoy en casa lamiéndome las heridas de la soledad de quien trabaja en agosto. ¿Una cervecita? Por caridad...

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