viernes, 14 de agosto de 2009

In-somnio

Tres cafés solos, un mosquito y el asfaltado de mi calle son muy mala combinación para pegar ojo. Basta con que quieras dormir para que no exista forma humana ni química de hacerlo. Objetivamente, estás agotado, pero no hay manera... Eso es como el olvido. Ya lo dijo Montaigne, "Nada graba tan fijamente alguna cosa a nuestra memoria como el deseo de olvidarla". A todo he de sumar que acabo de darme cuenta que el color plata del muro del cabecero de mi cama no es beneficioso para mis instintos asesinos porque los mantiene calentitos. ¿Cómo localizar al puñetero mosquito en esa maldita pared que separa su vida de mi sueño? Qué frustrante es querer satisfacer un instinto y no poder...

Así que no maté al bicho. Me he ganado el cielo. Remedio de la abuela: embadúrnate de lavanda. Lo más parecido que hay en mi casa: la colonia de bebé Dulces sueños. A ver si lo logro. Al pensar en esta solución se me ocurre otra para acabar con las taquicardias del chute de cafeína que me he dado hoy. Mira que digo que el café no me afecta, pero el ritmo que he seguido me confirma lo contrario. Echo mano de la caja de valerianas. Otro remedio de la abuela. Siempre me tomo dos. Anoche fueron tres. Tengo Tranxilium, pero eso lo uso en situaciones de emergencia porque ya sólo me quedan dos en el bote... señal de muchas situaciones críticas que ya han pasado a la historia, de las que he sobrevivido y que me han hecho mucho más fuerte. Éstas me he propuesto que caduquen.

Solucionado el problema del insecto, de la cafeína y del instinto insatisfecho, vuelvo a apagar la luz. La cama tiembla. Me cago viva. Ya leo los titulares: "Cae un edificio en la calle Correduría. Se desconoce si hay supervivientes". Abro el ventanal y resulta que son los camiones del asfaltado, que no tienen mejor hora de echar el alquitrán que a las dos de la mañana. Lo repito: vuelvo a maldecir al Plan E.

Después de varias vueltas, de aplastar las almohadas y de intentar asfixiarme con una de ellas, caí rendida. Estuve en Isla Cristina con Tere y Marco. Resulta que fui capaz de darle el biberón y dormirlo muy rápidamente. Soy un hacha con los niños, parece. Cuando no hablan, ni se quejan y llevan dodotis, está visto y comprobado. Después les pierdo el punto. Tuve unas cuantas pesadillas monotemáticas. Sigo con sueño atrasado.

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