domingo, 2 de agosto de 2009

La risa que se da por no llorar

No me gustan los correos de chistes. En general, no me gustan los chistes. Y menos contarlos, que al final acabo haciendo un espantoso ridículo. Y si este blog es más de provocar sonrisas que carcajadas lo que provoca mi humor es llanto. Bueno, en realidad debo confesar que sí me gusta escuchar los chistes, sobre todo si son malos y me puedo reír del irrisorio espectáculo de comediante del valiente que se atreve, aunque es un defecto –virtud en otros casos- que todos llevamos dentro que nos lanza a la aventura de intentar tener gracia. Además, suele haber cierta clase de graciosillos con la autoestima de contador de chistes tan alta que me impiden que cuente sus grandes obras para no estropearlas en el camino, por lo que mi carrara en El Club de la Comedia está totalmente descartada. Tranquilo, Pedro, tranquilo…

Ahora me acaban de enviar un correo que me ha hecho gracia, lo que no debe entender, querido lector, como que abro la veda a esa clase de mails. El chiste dice más o menos así:

Un hombre mira a una mujer sentada en la mesa de al lado, totalmente borracha, que se mece con su bebida en la mano. La esposa de este señor le pregunta:
- ¿La conoces?
- Sí, - suspira él como suspiran los tíos cuando se vienen arriba - es mi ex-novia. Supe que se dio a la bebida cuando nos separamos hace muchos años y me dijeron que nunca más estuvo sobria.
- ¡Dios mío! –contesta su mujer- ¡Quién diría que una persona puede celebrar algo, durante tanto tiempo!

Moraleja: Siempre hay dos maneras de ver las cosas... por lo menos. Lo importante es saber mirar más allá para no caer en despropósitos abisales muy propios del ego cuando se pasea por las nubes. Me imagino la escena de estos dos en el bar y a la otra mamada y no se me ocurre una mejor manera de cerrar el telón que con una imagen de los tres brindando por los desastres de la existencia. Nunca me gustaron los finales felices, aunque el de la dipsomaníaca por la alegría de quitarse a un petardo de encima no tiene precio.

Los chistes sobre las relaciones de pareja son un clásico. Una manera de quitarle dramatismo al mayor conflicto existencial del ser humano. Desmitificar la derrota, los líos de faldas, las crisis matrimoniales o los inciertos comienzos son materia no sólo de los chistes populares, sino también de las viñetas. Ésta que meto me ha hecho hoy especial gracia porque me veo muy reflejada en ella (sí, soy una puñetera y me gusta llevar la contraria). Y el Erlich éste -en el digital de El País- me parece que está sembrado para sacar punta a todo lo relacionado con el universo sentimental.


Estos chistes y los despropósitos me han hecho recordar por segunda vez en este día las famosas cuatro frases de las parejas cuando escoran a la ruina. Cuando escuches la primera, amigo, tiembla, vendrán después las otras sin suerte de continuidad. Debo reconocer que son frases muy femeninas, aunque con esto de la igualdad, los hombres también han tomado nota y las sueltan a la primera de cambio. Las frases son:

1. Bebes demasiado.
2. No me gustan tus amigos.
3. No sé qué haces con el dinero.
4. Como esto siga así, yo no sé dónde vamos a llegar.

En este punto más de uno se habrá sonreído. Sí, es inevitable. Todos nos reconocemos en ellas como sujetos activos o pasivos. Sin embargo, si todavía tienes la suerte de no tener intención de soltar estas frescas o la fortuna de tener a alguien al lado que bebe más que tú, frecuenta peores compañías, gasta más y ve un futuro aún más negro para vuestra relación, brinda contigo mismo y celebra, aunque sólo sea por llevar la contraria a la norma.

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